Hebe
Escuché el sonido de la puerta ser tocada y yo me reí por lo bajo, caminando hacia ella.
Solo había pasado un minuto desde que Cristal con Esteban habían salido a comprar unas cosas que faltaban para la cena, y, como siempre sucedía, estaba segura que algo se le había olvidado a mi hija.
A veces era su cartera de mariposas bordadas. Otras veces era una pulsera que Laura le había hecho. Otras veces salía con zapatos que, según ella, no eran para salir a comprar.
Me preguntaba que era esta vez.
—¿Qué se te quedó, mi vida? —pregunté con una sonrisa, abriendo la puerta.
Sin embargo, cualquier felicidad escapó de mi cuerpo en cuanto vi a las dos personas esperando tras la puerta.
Y no era Cristal con Esteban.
Los padres de René me miraban con la misma frialdad con la cual Colomba siempre me había dicho que la trataron. Ojos como el hielo viéndome de pies a cabeza, para terminar formando una mueca igual en sus bocas.
—Hebe Castillo.
Nunca antes los había visto, pero era innegable que eran los padres de René. Ambos habían hecho un espectacular trabajo en traspasar sus genes a su hijo.
Lo que sí me sorprendió fue el hecho de que supiesen mi nombre. O dónde vivía.
Comprendía el hecho de que René les había dicho que tenía una hija con Colomba, pero de ahí a que ellos supiesen que yo era la madre adoptiva de su nieta biológica era algo más allá.
Nunca habían estado en ningún juicio y, hasta dónde yo estaba enterada, René nunca había hecho a conocer mi persona a sus padres.
Aunque no sé por qué me impactaba tanto. Con todas las conexiones y frialdad con la que, según el papá de Esteban, veían la vida, tanto personal como de negocios, que ellos aparecieran sin previo aviso en mi pequeña casa no tenía que sorprenderme demasiado.
Y aún así lo hizo.
—Deben de ser los padres de René —dije con voz calma, saliendo de mi estupor inicial, mostrando todo lo contrario a lo que sucedía en mi interior.
El rugiente sentimiento de incomodidad y nervios que mordían mí estómago no podían ser mostrados.
No frente a ellos.
—Lo somos. —La madre de René hizo una mueca antes de inclinar su cabeza casi imperceptiblemente en mi dirección—. Soy Helia Hollman y él es mi esposo, Roger Rynselberg.
El hombre en cuestión se mantuvo pétreo, con su mirada fría no despegándose de mi rostro en ningún momento.
Yo solo pude asentir, sin encontrar las palabras correctas.
Podía entablar una conversación con René porque tenía algún tipo de relación con él. Fue el imbécil que le rompió el corazón a mi mejor amiga y era el padre biológico de mi hija.
Hasta hace unos meses había mantenido una relación cordial por el bien de Cristal.
Sin embargo, nunca antes había hablado con sus padres. O conocerlos en persona. No sabía como proceder.
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Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)
RomansaOcho años han pasado desde la última vez que Hebe vio a Esteban y, como tanto él se lo pidió, no lo esperó. Con la vida que siempre deseó y más feliz que nunca, el dolor que una vez sintió por su perdida es un mero recuerdo. Todo hasta que él vuelve...