Capítulo 26

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ESTEBAN

Me sentía ansioso.

Esperando entre la multitud de personas agrupadas en el aeropuerto, los nervios apretaban mi estómago mientras miraba atentamente la zona de desembarque donde en cualquier segundo aparecería Verónica.

Había estado esperando que en algún momento ella me contactaría para resolver todas las cosas en el país.

Le había prometido que la acompañaría si eso la hacía sentir un poco más segura de llevarlo a cabo.

Sin embargo, no esperaba que eligiese una fecha tan cercana al juicio final del juzgado de familia.

Quería estar ahí con Hebe en cada oportunidad que pudiese.

Que Verónica llegase arruinaba mis planes.

Y lograba que me sintiese nervioso por lo que podría llegar a pasar.

Porque en su llamada me había dejado claro que no solo quería hablar con mi hermana y mi padre, sino también con Hebe.

Quería disculparse por todo lo que había hecho y, en la situación en la cual nos encontrábamos con René y la demanda, no estaba seguro si era el mejor momento.

Pero Verónica insistió hasta que cedí.

Le había dejado saber tanto a Hebe como a mi hermana que ella volvería, y la sorpresa que ambas mostraron en sus rostros fue de esperarse.

Aún cuando pasé ocho años con ella, fueron los últimos de estos los que me hicieron dejar la rabia que dirigía hacia su persona.

Aprendí a perdonarla de a poco hasta llegar a un terreno neutro, donde podíamos tener una convivencia tranquila y sin inconvenientes.

Comprendía que para Hebe y Mia los sucesos del pasado eran lo único a lo cual podían asociar a Verónica, y no haría nada para hacerles pensar diferente.

Ese no era mi trabajo.

Sino de la persona que salía de la zona de desembarque con una maleta tras ella.

Verónica miró a su alrededor y cuando sus ojos se posaron en mí, una sonrisa tiró de sus labios. Viéndola acercarse, me podía percatar que seguía luciendo bien.

Tranquila. Serena. Con unos ojos profundos que solo mostraban paz.

—Esteba, hola —dijo ella cuando paró frente a mí—. ¿Esperaste mucho?

Negué con mi cabeza.

—Menos de diez minutos. —Miré su única maleta que traía—. ¿Solo eso traes?

—Sí, es una visita corta. Tengo vuelo de vuelta mañana por la mañana.

Asentí, sin tener nada más que decir y en silencio caminamos hacia donde había estacionado el auto.

No fue necesario iniciar alguna conversación.

Aquella dinámica es a la que estábamos acostumbrados. Fingir algo diferente no funcionaría.

El viaje hacia el pueblo igual se mantuvo en un silencio y solo fue interrumpido cuando le pregunté donde quería ir primero.

—Me gustaría hablar con Hebe primero. ¿Crees que es posible?

Vi con rapidez la hora en el reloj de mi muñeca y asentí.

—El lugar donde se juntarán está cerca de la casa de su tía —dije. El día antes Hebe me había dicho que existía una pequeña cafetería donde podrían tener una conversación tranquila—. La esperamos allá. Llegando la llamo.

Sentirse Predestinados (#3 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora