coffee two

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Me revolví en la cama de nuevo, sin poder conciliar el sueño. Me fijé en la hora, las dos de la madrugada. Maldecí a Gwen por décimoquinta vez. ¿Por qué se le había ocurrido quedarse hasta tarde en ese estúpido café para hipsters? Y lo peor de todo es que mañana teníamos escuela. 
Golpeé la cabeza con la almohada y bufé. Me sacudí otra vez, para acomodarme mejor, pero no hubo remedio. Me paré y prendí el ventilador. Tenía calor. Me acosté de nuevo y me tapé hasta la cabeza, aunque me estuviera asando. Era una rara costumbre que traía desde chica.

Cerré los ojos y una mata de cabello rubio se visualizó en mi mente, junto con unos ojos como el mar. ¿Por qué pensaba tanto en ese chico? Desde que había dejado el café no paraba de imaginarlo con su mirada en la mía. Sus dedos largos, bailando mientras escribía en ese cuaderno negro... ¿pero qué estoy diciendo? Sueno completamente cursi y enamorada. Y no puedo estar enamorada de alguien que he visto en un café y ni siquiera conozco. Esto es una locura. 

Al despertarme me resfriego los ojos. Siempre me molestó que mi cama esté enfrente de la ventana y más del lado del que salía el sol. Achiné los ojos, viendo solo un resplandor. ¿Cuándo me había quedado dormida? No lo recordaba. Me levanté, tropezando con mis pantuflas, casi me caigo si no fuera por la mesa de luz que había cerca de mi cama. Cuando logré visualizar todo claramente, me dirigí al baño y me lavé la cara, me miré al espejo, tenía el pelo hecho trizas. Me cepillé los dientes y el pelo. Me lo amarré en una coleta y luego miré el reloj muñeca que llevaba puesto. No tenía tiempo para bañarme. Hice mis necesidades y luego corrí hacia mi cuarto, para buscar mi uniforme.
Sí, tenía uniforme ya que iba a un instituto privado, y era apestoso. El instituto y el uniforme. La pollera que teníamos que llevar era larga hasta la rodilla y con un estampado tartán en verde y azul: horrorosa. Teníamos que llevar camisa y corbata, y también medias azules hasta las rodillas con zapatos. ¿Qué clase de colegio viste así a sus alumnos? 
Me puse toda mi ropa con mal humor y luego bajé a desayunar.

-Hola- dije cuando me senté en mi lugar de la mesa.

Mi padre estaba leyendo el periódico, vestido con su típico traje gris de trabajo y tomando su café de las mañanas. Me miró y me sonrió. Sonreía hasta con los ojos, así era él. Amistoso, amable y bonachón. Se pasó una mano por su cabello rubio y sus ojos celestes me escrutaron con la mirada.

-Buen día, Cameroncita- me dijo, y tomó otro trago de su taza.

Vi acercarse a mi madre y a Dakota. Mi hermana se sentó en su lugar, frente a mí, y luego se sirvió té y mi madre puso tortitas en su plato. Hizo lo mismo conmigo y yo me serví un vaso de jugo de naranja.  

-No me digas así, parece que me llamas como a un camarón- dije refunfuñando y comiendo las tortitas con apuro.

Mis padres riéron.

-No se rían de nosotras- dijo Dakota, con la voz algo adormilada-, fueron ustedes los que nos pusieron estos nombres horrorosos. 

Luego de decir aquello se acomodó el pelo y se paró de la mesa. Se miró al espejo y se puso sus zapatos, se puso un poco de corrector de ojeras. 

-¿Te has quedado viendo esa maldita serie?- preguntó mi padre, algo molesto porque se levantara de la mesa tan rápido.

-No, he estado terminando el último proyecto del año. Y ya me tengo que ir- dijo agarrando su bolso llenos de reglas y artilugios dentro. Era tres años mayor que yo, y estaba en la universidad, estudiando arquitectura. Siempre terminaba sus proyectos a tiempo, incluso una semana antes, y yo usualmente la ayudaba, pero el último le ha quitado varias noches de sueño, y la entendía-, bueno, adiós- dijo saludándonos y marchándose por la puerta. 

Starbucks girl  ||n.h||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora