Silencio - Capítulo Dieciocho

103 8 0
                                    

El insesante golpeteo en mi cabeza me desesperaba como el ardor en mi abdomen que quemaba mi piel en cada movimiento que daba. Había pasado una semana desde el día que me golpearon y aún seguía sin saber la razón de cada uno de estos sucesos.  Los días seguían pasando y su presencia continuaba siendo constante en la puerta de entrada como cada negación mía por impedir que me viera en tal estado. Mis brazos y parte de mi abdomen hacían vendados motivos suficientes para no ir a la escuela, y tener Antonia detrás de mi insistiendo para denuciar lo que sucedió aquella tarde.

El timbre de la puerta no se detenía y los golpes en ella se unieron al anuncio de su presencia, pero hoy había una excepción Antonia no estaba para rechazar su visita. 

Era la primera vez que estaba en casa solo desde ese día, puesto que ahora podía movilizarme un poco más.  No me había fracturado ningún hueso pero el cansancio y el dolor en cada parte de mi cuerpo era tan intenso como mi agotamiento mental.

Suspiré repentinamente cuando escuché la puerta siendo abierta. Y en mi intento de querer saber quién podría haber sido la voz de mi abuelo me respondió. Fantástico...

Unos pasos acercándose a mi habitación hicieron que me levantara, no me sentiría a gusto que me viera así.

Me senté en la orilla de mi ventana abrazando mi abdomen en un intento de calmar un poco el dolor - ¿Por qué no me contestas el bendito celular? - Intentó sonar calmada pero no le funcionó. Solo alcancé a levantar los hombros y volver a bajarlos. En este punto mi voz estaba tan rota que pareciera había olvidado cómo hablar.

Se acercó a mí lado y solo mantuvo silencio por unos pequeños minutos - Vine a buscarte todos estos días pero Antonia dijo que no querías ver a nadie- Sentí su mirar querer descifrar el mío, pero seguía sin poder conectar mi voz con mi mente. Junto a un suspiro dijo: Sé que necesitas tu espacio y lo respeto pero me has tenido preocupada. Mi corazón golpeó tan fuerte como mi mente - Eres mi mejor amiga y quería saber como estabas, Juani - Todo cayó, sentí como mis escasas ilusiones se perdieron en mi estómago. Solo me limité asentir.

Pero fue imposible contener una mueca de dolor - ¿Estás bien? - Se sobresaltó. Y no, no estaba bien ni emocional ni físicamente. Mi atención estaba puesta en un intercalar entre la ventana y el suelo en el intento de no ver sus ojos - Juani, sé que últimamente no hemos hablado mucho por esto de las festividades en la escuela - era cierto, no habíamos pasado las tardes en el parque o conversando en las veredas de nuestras casas - me disculpo por eso- Y mi fortaleza se doblegó con el tacto de sus manos sobre las mías. La miré - Solo sé que unos tipos te agredieron pero no entiendo porqué - Yo menos Emma, quise decir - ¿Tu sabés quienes fueron y porque sucedió eso? - Negué levemente y me preguntaba quién le había contado eso; pues solo Rodrigo, Antonia y mi abuelo lo sabían... en la escuela, simplemente yo desaparecí a causa de 'una gripa muy intensa' extrañamente funcionó - Antonia no quiso decirme nada pero tu abuelo me lo contó- suspiró y retiró sus manos.

La vi agachar su mirada y quedarse muda ante mi silencio. Pero volvió a insistir - ¿Sabes que puedes cuentar conmigo, cierto? - La miré y moví los labios pero me falló pero el brillo en sus ojos me hizo querer intentarlo ¿tan difícil era hablar?

Suspiré mientras me sujetaba con mayor fortaleza el abdomen y le contesté: Lo sé Emma. E intenté darle una sonrisa que salió más como una mueca.

-¿Aún te duele mucho? - Mis pies estaban descalzos y era mi mejor escondite en un momento donde su mirada era de angustia y pena.

-Estoy mejor- Jugué con mis pies. Quizás esté mintiendo, pero lo cierto es que el dolor muscular que tenía había disminuido en gran parte. Sin embargo, las cadenas en mi corazón ya apretaban demasiado que me hacían confundir que era lo que verdaderamente me causaba tal tortura.

Me volvió sujetar una de mis manos - ¿Salimos a la vereda? - La miré y ella me sonrió.  Con mucha duda aparté todo malestar y asentí, quizás me haría bien.

Con algo de esfuerzo al levantarme y con su atención puesta en mi abandoné el asiento de la ventana. En búsqueda de unas zapatillas mis ojos cayeron en el espejo que tenía frente a mi.

Donde se reflejaba un cuerpo delgado cubierto por un polo negro, claramente dos veces más la talla correcta, un pantalón de buzo negro holgado, cabellos sujetados en un intento de moño junto a un rapado en la parte de la nuca...al subir la mirada esta cayó en mi mismo, en un rostro pálido que era adornado por un pendiente corto en el lado derecho y unos ojos que deslumbraban una...no podía verme a los ojos, no cuando ellos me transparentaban todo aquello que no gustaba y podía decir en voz alta. Como blanco y negro, la pureza de ella se reflejaba en una falda jeans corta en conjunto de una polera ploma a juego con unas zapatillas rosas y un rostro bien perfilado maquillado con sencillez. Y unos hermosos ojos que atraparon a los míos. Una repentina sensación me recorrió desde los pies a los dedos de mis manos que terminó por acumularse en mi pecho, retorné a mi reflejo y unos profundos azulejos me detuvieron. La desolación era la palabra justa para mi mirar, unos ojos hundidos por el insomnio de mis pensamientos, apagados por la carga de mis verdades y el azul de su presencia habían perdido el brillo por una de tristeza. Estaba cansado de las caretas que debía imponerlas para ocultar mis ideales, cansado de fingir faltas sonrisas, cansado de esconder mis sentimientos, cansado de callar mi identidad para complacer al resto, cansado de seguir viéndome al espejo y no sentirme completo, cansado...- ¿Estas lista?- Cansado de todo.

-Estoy listo- Y lo estaba, ya era el momento de hablar, de decir que era un chico aún con muchas inseguridades pero preparado para dar la cara y ser yo mismo sin ocultar mis verdades.

Una mano sobre mi brazo me recordó que no estaba solo, que uno de mis puntos por comenzar era ella. Suspiré, era ahora o nunca - Toma tus zapatillas, ¿estás bien?- No, pero iba a estarlo o eso quería creer.

La miré firmemente y aunque era conciente que me estaba jugando todo, dije: Tengo algo que confesarte. Su rostro estaba más relajado de cuando llegó - Sabes que puedes confiar en mi- Me sujetó la mano y dio un pequeño apretón para darme confianza a continuar. Y le agradecía, era un incentivo más para confesar que -Emma- Suspiré en voz baja.

Esperaba que esa misma confianza y apoyo siguiera ahí para mí luego de esta confesión -Nunca fui Juana- inicié. 

Me miró expectante y entendía que no había quedado claro. Al mirar esos ojos dominantes continué- Jamás me sentí mujer, soy un chico Emma- Y como si fuera literal sentí como una llave hubiera sido ingresada en el candado de mi condena y oí el primer seguro siendo deshacido...camino a mi libertad. O quizás a otra ruta de desafíos, que seguramente serían más ligeros si ella me acompañaba.

------------------------------------
Luego de tanto tiempo, como se darán cuenta ya es típico en mi. No tengo más escusas, solo soy yo y mis complicaciones.
Gracias por continuar leyéndome y espero que este capítulo sea de su agrado :)
Este año tengo una meta y es terminar esta historia ya está todo pensado, así que solo me queda ponerlo en marcha a escribirlo :) Me lo prometí y se los prometo a ustedes lo concluire pronto.
No olviden de comentar, votar y sobre todo espero les guste.
Cuídense de este virus que ya nos tiene a todos al filo del abismo :c

Labios rosadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora