Capítulo 17 «El regreso»

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Luego de hacer ajustes y sacar cálculos estimativos, se inició el proceso de conexión transespacial para dar lugar al salto que trasladaría aquella nave enorme hacia el pálido punto azul del sistema solar, por lo que el sistema de ingeniería hizo su trabajo y era cosa de esperar el momento propicio para la maniobra.

La realidad dictaba que todo estaba en orden, apareciendo en la órbita baja de la Tierra, colisionando con antiguos satélites que prácticamente representaban una desgastada decoración.

Las estimaciones resultaron ser muy certeras, no había vida humana en su faz y solo existía flora y fauna nativa. El continente americano estaba conformado principalmente por América del Sur, no existía Europa y Asia estaba sumergida casi en su totalidad, permaneciendo África del Sur y Oceanía. La explicación era sucinta: los seres humanos iniciaron su extinción y Gaia contribuyó en completar dicho trabajo al dejar ir su atmósfera, lo que condujo a una nueva extinción masiva.

Ahora todo era posible, desde el comienzo legendario de Adán y Eva, ellos serían los nuevos humanos que pisarían la tierra de un nuevo edén.

Luego de preparar las naves de ingreso, hicieron abordarlas por quienes ingresarían a dicho planeta, siendo la mayoría jóvenes entusiastas que comenzarían una nueva etapa en su vida como nuevos colonos del planeta que los vio nacer como especie, comprendiendo que la historia marcó las improntas que cambiarían el destino de una civilización completa, por lo que todo estaba preparado y así fueron lanzadas cada una de las cinco naves, de las cuales, cuatro se quedarían en el planeta. No retornarían a la nave nodriza, ya que de aquellas naves obtendrían la tecnología suficiente para ir desarrollándose nuevamente. Únicamente retornaría la nave donde iba Isabel.

En el Ecuador, la temperatura más alta no superaba los 20 °. Gaia era mucho más fría y húmeda que antes y eso se debía al cambio climático en el proceso de recuperación atmosférica.

Una vez que estuvieron en vuelo, la indicación de Ignacio fue ir directamente a la antigua ciudad de Nueva Esperanza, que se encontraba cubierta completamente por vegetación.

Una vez que estuvieron en tierra firme, y al dar el primer paso, el sentimiento de Ignacio fue de pisar un santuario verde, donde habían perecido miles de individuos que se encontraban envueltos por la vegetación y quizás existían las osamentas de los que perecieron en la altura de los maltrechos edificios.

—Es momento de comunicarme —dijo Ignacio, sacando de su bolso el viejo transductor electropriónico, junto a un tubo de conservación biológica donde traía consigo un cultivo de hiper expresión priónica para darle funcionamiento a su creación.

—Ignacio, contamos con nuestros instrumentos. Puede utilizarlos si así lo desea —dijo Richard.

—Muchas gracias por el ofrecimiento, pero tenemos algo pendiente Gaia y yo y eso va a ser con el instrumento original. Sé que ella lo sentirá. Gaia, aquí estoy de nuevo —transmitió Ignacio el mensaje por intermedio del transductor.

—Te estaba esperando... Ignacio —responde Gaia.

Luego de aquello, el centenar de individuos allí presentes fue testigo de una comunicación original, como lo describían los textos de formación escolar, y lo estaban presenciando en vivo y en directo nada más y nada menos que por el inventor. Aquella resultó ser una experiencia que no tuvo precio.

—Hemos regresado —comunicó Ignacio emocionado, entre lágrimas.

—Habítenme por siempre —respondió Gaia.

—Volveremos a crecer juntos.

—Por siempre.

No quedaba duda, Gaia había hecho una limpieza de lo sobrante de su biósfera, por lo que los humanos que quedaron se extinguieron y se dio pie a un nuevo amanecer de la humanidad en la faz de la Tierra.

Biodistopía «Destino prohibido»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora