Capítulo 3 «El espiral retorcido: la sociedad de enjambre»

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Era otro día más de trabajo en las instalaciones de X&Y-Biogen y, como siempre, era un buen día para la ciencia. Ignacio, luego de ordenar los deberes contractuales, daba orden a las ideas en bocetos que después distorsionaría para que se acomodasen a un patrón de memorización lógica, basado en la destreza del pensamiento análogo y metafórico. Con ello correría menos riesgos ante la posibilidad de una investigación dictatorial del material de cada uno de los profesionales por parte de los inspectores científicos del recinto.

—¡Muy buenos días, amigos! —vociferó con ánimo inquebrantable durante esa mañana.

—Buenos días, «Hombre Priónico» —respondió Isabel devolviéndole una gran sonrisa, exponiéndole sus frenillos.

Luego continuaría el «ritual» jamás pasado de moda de los «buenos días» entre todos los allí presentes. Posterior a eso Ignacio dio inicio al relato de su hipótesis y sus hallazgos hasta la fecha.

En ese momento, comenzó una de las suposiciones más asombrosas, una que solamente científicos de alto nivel podrían comprender de manera sencilla por lo trascendental, que podría explicar el curso de las corrientes de comportamiento social y al mismo tiempo generar una expectativa tangible en el destino evolutivo como especie inserta en un planeta en alerta amarilla sobre la sustentabilidad en los años venideros.

—Les quiero decir que nunca había estado tan emocionado como cuando supe que la aspirina inhibía la angiogénesis, pero resulta imposible no fusionar algunas observaciones que tengo del proceso de fertilidad y el humano consciente. ¿Cómo están? —dijo Ignacio, dirigiéndose al grupo.

—No sabría cómo responderte, ya que muchas opciones pueden ser correctas. Es mejor escucharte por ahora —dijo Misui inclinándose hacia delante, juntando sus manos entre las piernas, levantando aún más la pequeña falda gris, esa favorita, que solía usar la mayoría de las veces.

—Frecuentemente recibimos una respuesta prefabricada que cabe en cuatro letras: BIEN —señaló Ignacio—. ¿Pero no crees que es algo repetitivo? ¿Cómo imaginas el bienestar? ¿Puedes describirlo? No confundas la cortesía con la mentira y el protocolo. Eso es algo ajeno a nuestra naturaleza bondadosa. El ser humano coexistencial del universo siente el flujo de la vida dentro de sí y constantemente está impregnando el vacío enriquecido que deja en su paso, que se transmutará según la fuerza con que fluya el bienestar de quien lo reciba, a quien se lo compartan, consciente o de manera inadvertida. Ahora dime, ¿cómo te sientes? —volvió a recalcar Ignacio, y dirigió la mirada al grupo. A lo que concluyó con una autorespuesta—: ¡Fértil!

—¿Fértil más allá de los límites inherentes a la capacidad de procrear? —preguntó Charles con ganas de escuchar algo que lo sorprendiese todavía mas.

—Te sientes fértil —repitió nuevamente Ignacio destacando la respuesta—. No has escuchado mal, no es una metáfora ni un ambiguo decir.

—Pero para la mayoría sería un instrumento de confusión, si es utilizado como un instrumento de manipulación popular —dijo Isabel queriéndolo sacar de contexto para ver hacia donde los redirigiría.

Él se llevó la mano a la nuca, como hacía cuando pensaba en algo importante. Sonrió un poco, dándose cuenta de lo interesante que se había vuelto su exposición y continuó:

—La fertilidad presente desde nuestra creación, necesaria para el desarrollo de nuestra cadena de descendencia, es la condición invariable de la existencia de todo lo que conocemos y estaremos por conocer en el cosmos —infirió.

—Entonces no te alejes del camino de la fertilidad —dijo Isabel sonriéndole tratando de comprender el fondo de su observación.

—¿Cómo interpretas ese decir? —preguntó Misui confundida.

Biodistopía «Destino prohibido»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora