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[Capítulo Siete: Sinceridad verídica.]

La notable reducción en su movilidad fue una desagradable sorpresa, al transcurrir varias horas desde que escapó de ese monstruoso humano cabezón, el indefenso alienígena prosiguió a deambular sin rumbo, repitiendo los pasos de un peculiar terrícola que vagaba por la zona. Sin embargo, el agotamiento exponencial impidió que sus extremidades continuaran, incluso su campo de visión se distorsionó hasta caer inconsciente en las sucias calles de un mundo completamente desconocido e inherente para él.

A pesar de que la muerte estaba tentando dulcemente al irken, no sucedió, todo lo contrario, seguía con vida dentro de las estrechas paredes de un elegante y cómodo despacho. Observó momentáneamente al joven castaño que dormía plácidamente sobre su escritorio, rodeado de papeles y viejas fotografías, algunas de las imágenes fueron fácilmente reconocidas debido a que eran recientes víctimas de su captor, causando en el muñeco una ligera confusión.

- "Tal vez este terricola está involucrado con Dib." -pensó con suma inocencia, analizando cada foto con el afán de comprender la situación- "O quizás este con los otros sucios humanos que nos vigilaban." -creyó convencido, desviando su vista al de ojeras- "Aparentemente esta criatura inferior ayudó a Zim, a lo mejor no sea tan malo." -balbuceó entre susurros- "¿Si le otorgo la majestuosa oportunidad de ayudarme a eliminar al apestoso Dib?"

Una secuencia de molestos e incesantes ruidos interrumpieron la meticulosa meditación del extraterrestre, provocando cierto temor al escuchar los múltiples pasos que se dirigían hacia él. Tales acciones le indicaron formalmente que debía sentarse y disimular silenciosamente hasta encontrar el momento adecuado para hablar con el castaño. Simultáneamente, el de gabardina fue expulsado sin consideración de su propio letargo, despertando con un desmesurado odio interno hacia la extensa humanidad.

- ¡Detective Louie!

Irónicamente, una vez que conseguía dormirse, no deseaba despertarse. La eterna pesadilla, y adorada tortura diaria para un insomne.

- Ugh.. Odio mi vida... -gruño en voz baja, alejándose lentamente de su escritorio, manteniéndose sentado- Maldita sea, quiero dormir. -se quejó silenciosamente, buscando mantener sus ojos abiertos- ¿Uh? ¿Keef?.

- ¡Buenas tardes, detective!. -saludó amablemente el pelirrojo, caminando a través del despacho, posicionándose enfrente del castaño- ¿Qué tal su día? ¿Recibió la información que le entregue? ¿Le fue de ayuda?. -preguntó animadamente, repitiendo las incógnitas en el mismo tono molesto de siempre.

- Uff.. Una pregunta a la vez, zanahoria. -pidió fastidiado, despeinando suavemente su cabello, buscando recobrar la compostura- Los datos que me brindaste fueron correctos, aunque bastante inútiles. -señaló desinteresado, estirando ligeramente sus entumecidas articulaciones- Todas esas personas llevan muertas desde hace tiempo.

- ¿M-Muertas?. -repitió completamente anonadado, nunca se enteró del fatídico destino que sufrieron sus antiguos conocidos- S-Sólo pasaron unos pocos años, en unos días se suponía que habría una reunión escolar para los viejos estudiantes... -mencionó con notable tristeza, sentándose en un asiento vacío frente al detective.

- No tengo todos los detalles, pero mi intuición me indica que fueron asesinados por ese maniático homicida. -sostuvo con seriedad, observando la angustia del contrario- Aunque si así fuera, al menos existiría un patrón, eso haría las cosas mucho más sencillas, pero menos interesantes. -indicó, sirviéndose cuidadosamente una taza de café.

Persecución & Venganza [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora