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[Capítulo Veinticinco: La miseria del Enemigo.]

La ascendencia de la nocturnidad estaba anunciando silenciosamente el inicio del toque de queda, mientras que un notable resplandor de feroces llamas que traían consigo destrucción y cenizas, devoraban las futuristas instalaciones Membrana. Un sutil tarareo resonó entre los desesperados gritos de las personas que acudían con la intención de ayudar, el ruidoso escenario desviaba la atención del asesino que dejaba atrás algunas pisadas ensangrentadas que lo caracterizaban, pero ya no le importaba. La destrucción era inminente, nadie podría detener la aniquilación de gran parte de la población, solo era cuestión de tiempo por lo que el amante de lo paranormal tan solo se limito a caminar, sin ningún rumbo en particular.

"Cruza mi corazón y espera a que muera."

A medida que cruzaba cada una de las calles, alejándose lentamente del centro de la ciudad, pudo notar como las molestas dicciones y ruidos innecesarios se apagaban, trayendo cierta tranquilidad que dio paso a la tortura constante de las voces que mismamente se manifestaban como sombras deformes que deambulaban alrededor del muchacho. Nuevamente estaba enloqueciendo, nadie parecía comprenderlo, sacó de su gabardina negra un encendedor y un cigarro, para acto seguido, prenderlo y consumirlo, disfrutando del embriagador sabor de la nicotina que alejaba momentáneamente su martirio, casi como un sencillo placebo.

"Quema mis pulmones y maldice mis ojos, he perdido el control pero no lo quiero de vuelta."

Con cada bocanada que daba, causaba que su psicopatía fluyera de manera reducida por lo cuál empezó a recordar todo aquello que le provocó repugnancia como su padre, maestros, compañeros y... ¿Zim?. Técnicamente ese extraterrestre era su némesis, un espécimen ideal para diseccionar junto a su progenitor, pero paralelamente se convirtió en su único apoyo emocional y mental, no lo entendía hasta que lo perdió, era como un niño berrinchudo al romper su excéntrico juguete. Exhaló el humo, terminando el vicio que traía en las manos, otra vez estaba en modo de alerta al escuchar unas pisadas que se aproximaban hasta él, maldijo para sí mismo mientras que verificaba el área, pero un arma afilada tomó desprevenido al de lentes, haciendo que recapacitara y mirara a ese sujeto de larga cabellera rubia, y ojos verdes que estaba dispuesto a matarlo sin mediar palabra.

La expresión inquebrantablemente fría de ese tipo provocaba ira en el homicida, no podía contraatacar al desconocido que fácilmente apuntaba a los puntos vitales, sin embargo, esto no era todo, una lluvia de balas se presentó como un auxiliar, perjudicando gravemente al humano de monumental cabeza. Era cuestión de tiempo antes de ser acorralado para morir como si fuese un perro, necesitaba una descarga de adrenalina, pero de un momento a otro en medio de un forcejeo crítico contra su rival de ojos verdes, unos destellantes orbes rojos sobresalieron de la oscuridad con el afán de eliminar a los que querían asesinar a su "amo".

- Al fin ese estúpido robot sirve para algo. -bufó furioso, limpiándose la sangre del rostro y revisando superficialmente sus heridas- Mierda, estoy tan cansado de esto, y lo peor es que no sé dónde demonios estoy. -se quejó abiertamente, mirando a su alrededor- ¿Y quienes demonios eran ellos?. ¡Casi me matan!.

Nuevamente pudo sentir una penetrante mirada que le causó escalofríos bajando por su espalda, el de gabardina adivinó por el radical cambio de ambiente que se trataba de una sola persona, su hermana menor, Gaz. Deseaba enormemente equivocarse, sin embargo, al tener un afilado cuchillo en su garganta solo verifico lo impensable, era casi imposible no reconocer las siniestras tretas de la pelimorada, y mucho menos confundir ese perfume que combinaba perfectamente con sus malas intenciones.

Persecución & Venganza [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora