Capítulo 15

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Percy Jackson se encontraba sentado sobre un roble cercano a la cabaña de Ángela, había decidido tomarse un respiro de las dimensiones, los mundos, los magos y los reyes. Tanto en su cabeza estaba empezando a hacer que esta estuviese a punto de explotar. Observó a través de los árboles que lo mantenían ligeramente escondido de sus compañeros de viaje, escuchó las risas mezcladas de Susan, Hermione y Annabeth... su Annabeth. No entendía por qué había decidido llevar el cabello oscuro, ni siquiera entendía por qué había decidido ponerse lentillas.

Cuando apareció por el salón de los Weasley por un momento no la reconoció. Ella había ocultado su hermoso cabello rubio, había ocultado sus hipnotizantes ojos grises, y la pregunta del por qué Percy no se la había hecho aún. Después de pasar unos días con el hermoso ángel de ojos castaños, Percy había empezado a sentirse atraído por ella de una manera impresionante.

Hacia un meses que había pedido a Annabeth tiempo. Tiempo para pensar y poner en orden sus ideas.

Después de la batalla contra Cronos el semidiós había quedado un poco... "tocado", por así decirlo. Amaba a Annabeth, pero no sentía que su relación estuviera avanzando a ningún lado, no mientras aún tuviera el fantasma de su último enemigo detrás de él. No mientras aún tuviera grabados en la mente los nombres de todos los semidioses que habían muerto en batalla.

Pero ahora la escuchaba reír, divertirse a lo lejos.

Era curioso cómo había salido del campamento, donde tenía a su listilla, para internarse en el mundo de los magos, donde había encontrado a otra chica muy parecida a su Annabeth. Muy parecida, pero al mismo tiempo diferente.

¿A quién quería engañar? Estaba confundido. Terriblemente confundido.

Por un lado, tenía a Annabeth, su contraparte, pero también la persona con quién (Percy estaba seguro) quería pasar el resto de su vida. Ella era hermosa, realmente hermosa sin todo eso que ocultaba su identidad, cualquier otro semidiós no la habría reconocido de inmediato.

Y por el otro estaba Hermione, un ángel de ojos castaños, alguien que había robado su atención desde el primer momento en que la vio caminando por el Callejón Diagon. Un amor que, Percy sabía, sería imposible. En la vida tenemos tres tipos de amores: El primer amor. El amor de tu vida. El amor imposible. Y él estaba seguro de que Hermione era este tercero.

Estaba perdido en sus pensamientos que no notó que alguien se había sentado a su lado en silencio, fue hasta que él suspiro que notó su presencia. Su imponente presencia. Se giro un poco y lo miro de reojo.

Peter Pevensie. Un Rey, nadie podía discutírselo. Estaba seguro que ni siquiera Clarisse La Rue se atrevería. Tenía el cuerpo de un chico que estaba acostumbrado al combate, y unos reflejos que Percy sólo había visto en Luke. Lo más inquietante, y también interesante, de Peter Pevensie, era su mirada. La mirada de un líder nato. Muchas veces fría y distante, pero (Percy lo sabía, por mucho que le doliera la realidad) su miraba cambiaba al mirar a Hermione. Le tenía un profundo amor, un amor puro, un amor que se respiraba en el aire entre sus nuevos amigos.

Peter suspiró de nuevo y miro el paisaje. Lo único que atrapaba su atención en ese momento, no era el bello cantar de las aves, no era tampoco el sonido del viento acariciando las hojas, no, nada de eso. Peter observaba a su castaña, su amada Hermione. Sonrió con un poco de amargura.

Pero no estaba molesto. En lo absoluto. Peter sólo estaba preocupado.

La noche en que Ángela había dado a conocer la profecía, no había podido dormir muy bien, estaba tenso, estaba preocupado.

-¿Quién crees que sea el elegido? -preguntó a Percy sin mirarlo, sin apartar la mirada de Hermione.

Percy se sobresaltó un poco al escuchar su voz tan suave, pero se recompuso en seguida y carraspeó antes de hablar.

Harry Potter: La Última Batalla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora