Capítulo 19

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El resonar de los tacones cortos que llevaba la profesora McGonagall hacía eco en las paredes de aquel pasillo que la llevaba hacia la oficina del director. Desde que Albus Dumbledore y su nieta habían regresado a Hogwarts los actos de rebeldía de parte de los estudiantes de todos los cursos habían cesado, aunque sabía que se debía también a la desaparición de los jóvenes de sexto y séptimo curso que pertenecían al Ejército de Dumbledore.

—Mermelada de zarzamora —dijo ante la gárgola que custodiaba la entrada al despacho.

No esperó a que esta terminase de girar cuando entró en la pequeña escalera giratoria. El murmullo de voces dentro de la oficina del director se volvió cada vez más audible conforme avanzaba en los peldaños, pues pudo notar que no solamente los presentes hablaban, sino que también los cuadros de los antiguos directores , que usualmente dormían, estaban participando en aquella conversación.

—Minerva —la mención de su nombre por parte de Albus logró que el resto guardase silencio—. ¿Has tenido éxito en tu búsqueda?

La bruja sacó un pequeño frasco de un bolsillo interno de su túnica, el cual contenía espesas cenizas. Conjuró un plato de porcelana con la varita, y vertió el contenido del frasco sobre este.

—Fue lo único que dejaron atrás —habló sacudiendo un poco el frasco para que este quedase vacío—. Me atrevo a suponer que fue idea de Fred y George Weasley quemar la única pista.

Molly agachó la cabeza avergonzada y Arthur no tardó en acariciar su espalda para tranquilizarla.

Con un golpe en su báculo, Merlín convocó una ligera corriente de aire que ayudó a que, poco a poco, las cenizas se convirtieran en un pedazo de pergamino en perfecto estado. Dumbledore lo tomó con cuidado leyendo lo escrito en este, y la sonrisa en sus ojos fue visible para todos debajo de sus anteojos de medialuna.

—Es el momento.

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—¿Micael? —la voz de Caspian sonaba rasposa, pero su cuerpo se sentía mucho más fuerte que el día anterior.

A unos metros de distancia, el cuerpo de Micael se levantó del suelo, estirando los brazos por sobre su cabeza y tronando ligeramente su cuello. Se volvió a mirarlo, con los rubios cabellos cayendo por su rostro de manera despeinada, Caspian se alegró al ver que el color había regresado a sus mejillas, y no pudo evitar regresarle la sonrisa que le estaba dedicando.

—Majestad —habló haciendo una inclinación de cabeza—. He de agradecerle por cuidar de mí.

Caspian negó con la cabeza sin perder la sonrisa.

—Es lo mínimo que puedo hacer.

La puerta de su celda se abrió con violencia, y esta vez un mago vestido con una larga túnica negra entró en ella junto a la joven que les llevaba los alimentos. Se sorprendieron al ver una comida completa en la bandeja, lo suficiente para que ambos pudieran llenar sus estómagos.

—Disfruten su última comida —les dijo con frialdad antes de tomar a la joven por el brazo y empujarla lejos de la celda—. En unas horas será su ejecución.

Esperaron a que los pasos dejaran de escucharse para abalanzarse sobre la bandeja de plata en el suelo. Verduras hervidas, piezas de pollo, incluso dos copas de vino narniano eran algunas de las delicias que les habían enviado, y aunque la noticia de su ejecución los preocupaba de sobremanera, no iban a desperdiciar la única buena comida que les habían dado en mucho tiempo.

Micael se chupaba los dedos para quitarse la grasa del pollo cuando su mirada se perdió en la diminuta ventana y el cielo nublado más allá de esta.

—No podría elegir un mejor compañero para pasar el último día de mi vida, Rey Caspian —le dijo volviendo la celeste mirada hacia él, tomó la copa de vino entre sus manos y la acercó a él—. Salud.

Harry Potter: La Última Batalla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora