37. El apellido Gallardo

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Irina terminaba de colocarse el labial, se observaba en el espejo y su mirada iba a parar a su vientre, añoraba el día de tenerlo entre sus brazos lejos de ahí, de todos, aún no tenía trazado un plan, pero era cuestión de horas para que todos se dieran cuentas el motivo de su malestares y no podía dejar de tener miedo, miedo de la reacción de Arturo, a final de cuentas lo engañó y en sus narices, un hombre cómo él era peligroso sintiéndose traicionado, tenía que actuar rápido irse de esa casa, pero sabía que no era suficiente solo irse de la casa, tenía que alejarse de todos, y le dolía, por fin tenía una amiga de verdad, una amiga real, Andrea se había convertido parte importante en su vida la iba a extrañar, y por otra parte estaba él, ¿cuál sería su reacción? A lo mejor Andrea tenía razón y debía enterarse.

Flavio: menos mal estás aquí-entro a la habitación, cerrando la puerta detrás de él, Irina suspiró con pesar, las palabras de Andrea todavía retumbaban en su mente.

Irina: ¿Qué haces aquí?

Flavio: estoy preocupado Irina, no estás bien, dime la verdad ¿Qué tienes?

Irina: de verdad quieres que te diga lo que tengo-el asintió.

Flavio: necesito saber-dio un par de pasos acercándose a ella, Irina lo observó con miedo, su cercanía la abrumaba no la dejaba pensar claramente-no puedo irme sabiendo que estas mal.

Irina: ¿irte? Flavio yo...-él la interrumpió.

Flavio: nada me hará cambiar de opinión-ella lo observó sus ojos estaban cristalizados.

Irina: ¡No entiendo entonces que haces aquí! Porque venir, mover mi mundo para luego dejarme así-se sentía alterada.

Flavio: tu vida al lado de Arturo no era...

Irina: pero era yo la que tenía que decidir, no tú, me ilusionaste, me pintaste una historia, ¡te creí!-le pegó con furia en el pecho-creí en tus palabras, me deje llevar por tus caricias-las lágrimas escurrían por su mejilla mientras él solo la observaba, no se defendía, no se quitaba, dejaba que ella desquitara su rabia-ahora que por fin tengo la libertad que me hiciste creer que tanto anhelaste, ¡huyes! Como un maldito cobarde.

Flavio: yo también me enamoré Irina, por dios-ella se detuvo por un instante-no lo planeé, solo sucedió, eres lo mejor que me ha pasado en la vida-ella sintió un poco de esperanza.

Irina: entonces vámonos lejos Flavio, hagamos nuestra... -observó como el negaba, como en su rostro se veía reflejada la culpa, el miedo.

Flavio: no puedo Irina, mis padres nunca me lo van a perdonar y Arturo, él intento suicidarse.

Irina: pero no fue por mí, el carga sus propios demonios.

Flavio: es mi hermano-ella negó sonriendo con ironía-a pesar de todo el daño que me ha hecho es mi hermano y mi madre esta... -Irina levantó su mano furiosa estampándola en su mejilla.

Irina: eres un maldito cobarde, aun no entiendo cuál fue tu motivo para hacerme esto, para utilizarme de la forma que lo hiciste.

Flavio: no te utilice, yo...

Irina: te prohíbo que lo digas, tú no sabes amar Flavio.

Flavio: por favor Irina no digas eso, no dudes de... -una vez más ella lo interrumpió.

Irina: ¡No lo digas! No quiero oírte, no me interesa oír a un cobarde, a un hombre que solo actúa por instinto, y cuando por fin obtiene lo que quiere no sabe qué hacer con él, no me hagas odiarte Flavio, no más de lo que en algún momento pensé amarte.

Flavio: Irina entiéndeme por favor me encuentro confuso

Irina: no me interesa, ni me importa cómo te sientas, es más me vale lo que sientas, ahora sal de mi habitación.

QUÉDATE CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora