Confesión de una flor

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Los días pasaron mientras se acomodaban. Los pocos sirvientes de la mansión se habían acostumbrado a la presencia de Mukuro y se sentían a gusto con el hombre que había elegido su jefa como pareja.

Por su parte, Iemitsu se estaba encargando de ponerlo al corriente con la situación en Italia para que retomara de forma eficaz su puesto como segundo al mando, función que había estado desempeñando él durante la ausencia del peliazul.

Shamal continuaba monitoreando la salud de Tsunayoshi y de Renge. En el caso de la pequeña, para asegurarse de que estuviera en óptimas condiciones durante el transplante de córnea.

Cabe mencionar que ambas Sawada estaban mucho más alegres desde que Mukuro había llegado y pasaban tiempo juntos. Justo en ese momento los tres estaban en la cocina, horneando un pastel de chocolate tal y como el ilusionista le había prometido a la niña.

—Di "ah" princesa.

—Aaah~. —Dijo ella mientras Mukuro le daba a probar la nata con una cuchara—. Mmm~. —Ella solo hizo una expresión de deleite mientras levantaba su pulgar como señal de aprobación.

—Kufufufu, ya está lista la nata Tsuna.

—Las decoraciones para el pastel también.

—¡Quiero chispas de chocolate!

—Ya comiste varias bebé, si sigues comiendo no dejarás nada para Colonnello, Lal y Luis. —Le dijo Tsuna acariciando su cabeza a lo que ella cedió con un puchero.

Como no podía ayudar con el pastel por su falta de visión, ella había estado probando las diferentes mezclas que hacía Mukuro para comprobar su sabor, mientras, su madre se encargaba de preparar las decoraciones para el pastel y de asistir al alfa.

Nadie que los viera pensaría que la niña no era hija de Mukuro o que él aún no había enlazado con Tsuna. Ellos simplemente encajaban como familia, lo habían comprobado en esos días que el matrimonio del CEDEF dejó la mansión para pasar unas semanas con su cachorro y así darle privacidad a la pareja.

Justo volvían ese día, así que Renge había sugerido hornear el pastel para celebrar su regreso, eso, y que simplemente adoraba los dulces.

Terminaron el pastel y lo dejaron refrescándose mientras ellos se iban a caminar por el jardín, tener a Mukuro de vuelta había ayudado a menguar la carga de trabajo de Tsuna, razón por la que podía pasar más tiempo con su familia.

—Parece que todo fue bien, kora.

Los tres detuvieron su andar al escuchar esa voz y se voltearon, encontrándose con la familia militar que les sonreía.

—¡Ren!

—¡Lu!

Ambos niños corrieron a abrazarse al instante. Era una escena muy tierna, pero Mukuro sintió un dolor de cabeza al caer en cuenta de algo.

¿¡Tenía que ser rubio de ojos rojos!? ¿¡Qué clase de maldición es esta Luna!?

Pensó recordando al alfa con las mismas características físicas que Luis, el mismo alfa que se la pasaba apuñalando a su cachorro y lo había marcado a sus tiernos 16 años.

Ahora tenía que cuidar a su cachorra de otro rubio de ojos rojos.

—Ren, hueles a chocolate. —Comentó el niño al separarse.

—¡Sí! ¡Es porque ayudé a mami y Mukkun a preparar un pastel de bienvenida! —Explicó emocionada.

—Fue una gran catadora. —Dijo el alfa acariciando la cabeza de Renge que infló su pecho orgullosa.

Il Destino NegatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora