Capítulo 02

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El tétrico cuarto de lavado

Sasuke apenas podía abrir los ojos. La última vez que se ahogó en alcohol fue esa semana en la que a la gente le encanta pasar en familia, esa época brillante y dorada en la que las personas enamoradas pasan una hermosa velada gracias a las luces multicolor de las calles, Navidad. Poco menos de 2 meses desde que eso había pasado, pero especialmente ese viernes había despertado lo suficientemente fastidiado con la vida como para querer intoxicarse después del trabajo.

Y ahora, abatido por las consecuencias, se levantaba de su cama con un horrible dolor de cabeza en busca de aspirinas y mucha agua. Salió de su habitación y se dirigió al baño a orinar mientras recriminaba su impulso de idiotez de la noche anterior.

—Dios, que asco doy—se miró al espejo, se lavó las manos y el rostro también.

Sasuke pensó que embriagarse aliviaría el enojo, pero sólo lo ayudó a levantarse con mal humor.

Hubiera sido peor acompañar a Suigetsu.

Ese pensamiento lo calmó.

Como todos los días a las cinco de la tarde, el albino lo invitó a esas reuniones semanales de colegas y la negación fue el resultado de ello. No es que Sasuke fuera un amargado —que sí, pero no intencionalmente—, sólo no se sentía a gusto rodeado de tanto ruido. Era como si estuviera presionado a ser amable y tolerar gente que no conocía, que de hecho, ni siquiera se molestaría desde un principio en conocer.

Un poco más fresco que cuando se levantó, se dirigió a su sala y un suspiro cansado abandonó su cuerpo. Era un desastre; las botellas de sake decoraban vulgarmente su pequeña mesa de estar y en el suelo cerca del sillón también.

Inmediatamente recordó alejarse de las bebidas por un largo tiempo y se dispuso a recoger.

Barrió bajo las alfombras y los sillones, cerca de la cocina por debajo de la mesa hasta llegar a la puerta. Entonces la enorme y sincera sonrisa, los ojos azules y el alborotado cabello rubio llegó a su mente. No había visto a su nuevo vecino en un tiempo, quizás sólo se lo topó de lejos cuando sacaba la basura. Era extraño porque estaba seguro de que sólo vivían a un par de metros de distancia que era casi imposible no verse a la cara, ¿pero por qué lo pensaba tanto?

Sacudió a ese revoltoso de sus pensamientos y terminó su deber, era sábado y el reloj estaba casi a punto de marcar las cuatro de la tarde. En ese momento, Sasuke entendió que no había aprovechado nada su fin de semana y que, como de costumbre, había pasado encerrado dentro de esas cuatro paredes.

Tomó esas aspirinas para aliviar la jaqueca y bebió agua hasta casi dolerle el estómago debido a la terrible resaca.

Y antes de siquiera acomodarse en el viejo sofá marrón de su sala, unos golpes se escucharon en la puerta. Rezó por dos razones, primero porque no tenía ganas de lidiar con la anciana loca; segundo y quizás lo peor, deseaba con todas sus fuerzas que no fuera Mikoto Uchiha.

Caminó con lentitud esperanzado de que al ver por la mirilla, esa persona que aturdía su pequeño momento de paz ya no se encontrara ahí.

Pero no fue así. Todo lo bueno que le había pasado en absolutamente nada del día desde que se levantó se esfumó como por arte de magia. Y digo bueno, porque ya había decidido acabar su fin de semana durmiendo. Sasuke no había pensado siquiera en esa tercera razón que pudiera aturdir su diminuta paz... y su diminuto talento para ser paciente con las personas. Era esa chica de cabello rosa del 14, vivía dos pisos abajo y encima de eso no le importaba subir y bajar las odiosas escaleras.

—¿Qué quieres ahora Sakura?

Juraba por todos los dioses existentes y por haber que intentaba ser amable, ¡pero es que simplemente no podía ponerle más empeño!

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