Capítulo 04

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Una declaración amistosa

Era una tediosa situación, una horrible y de muy mal gusto.

Sasuke parecía tener un tic en la ceja, estaba desesperado. ¿Qué hacía ahí él? ¿Qué demonios estaba haciendo al lado de Naruto escuchando esa ridícula charla sobre los fondos para el elevador? Habría preferido subir los veintitantos escalones hasta su departamento que escuchar esos vídeos extensos y aburridos que colocaba el muy raro dueño del edificio.

—Dios, mira su rostro—escuchó el susurro burlesco de Naruto—. ¿No te da miedo?

Sasuke, a pesar de que casi no podía ver nada, enfocó su vista en la dirección que su vecino le indicaba—. Es mucho peor cuando lo ves de cerca—respondió con una pequeña sonrisa.

Naruto iba a responder, pero las luces volvieron a encenderse cuando ese vídeo informativo de la empresa de elevadores que se encargaría de todo el edificio llegó a su fin.

—Demonios, pensé que sería eterno—lo escuchó murmurar—. Debiste decirme que eran en extremo aburridas, quería ir a dormir y creí que esto sería más importante.

Dios, parecía un niño pequeño quejándose con ese puchero, era un lado nuevo y más infantil. Sasuke estaba de acuerdo, él también quería ir a descansar, pero...

—Si el guardia de turno no fuera tan apegado a las reglas, habríamos escapado.

Ah, ya recordaba perfectamente. Por eso estaba ahí, porque el odioso de Kabuto estaba con sus ojos puestos sobre ellos como buitre. Se obligó a entrar con el rubio bonito porque no quería tener problemas; y claramente tampoco tenía ganas de escuchar un sermón sobre sus responsabilidades y obligaciones como inquilino por parte de Orochimaru, el dueño del edificio graffitiado.

—En la mesa de atrás se encuentran algunos aperitivos—la voz del señor Orochimaru se escuchó—. Si gustan pueden comer, por favor, adelante.

Uchiha arrugó la frente e hizo una mueca. Otra vez ese pensamiento se cruzó por su mente. Había vivido ahí por mucho tiempo y además conocía a Orochimaru, aún así, seguía pensando en la idea de crear un plan para huir de tan escalofriante voz.

Parecía un maldito secuestrador.

Sasuke regresó su atención a Naruto y vio un extraño brillito en sus azules ojos—. Uh, comida gratis—susurró, apresurándose hacia la larga mesa que parecía ser sacada de un banquete de cumpleaños.

A estas alturas, el pelinegro no sabía qué estaba haciendo. No podía creer que se encontraba ahí, esperando a que Naruto terminara de comerse esos bocadillos; lo observaba llenar sus mejillas cual ardilla. En otra situación y en otro tiempo, él ya hubiera dejado el lugar desde hace mucho. Quizás solamente estaba siendo amable.

Después de todo, él y Naruto vivían al lado del otro.

—¡Sasuke-kun!—un grito llamó su atención.

Era la pelirrosa del primer piso corriendo hasta él. Lo saludó con esa mirada llena de ilusión que ya había visto muchas otras veces—. Pensé que tenías trabajo. 

Sasuke asintió lentamente.

—Salí antes... y vine a tiempo, al parecer.

Lamentablemente, pensó.

—Ya que estás aquí, quiero preguntarte algo—se le veía muchísimo más decidida que otras veces.

Y eso le asustó.

—¡Ey, Sasuke!—pero la escandalosa voz de Naruto le hizo suspirar aliviado.

El rubio se acercó a él sonriéndole tan alegre como siempre—. Debes probar estos takoyaki, no sabía que-

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