Capítulo 2: El trato

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No estoy segura de si fue uno de esos días en los que cuesta vivir o si simplemente mi inconsciente quiere que tome la decisión. Estoy cansada y ya no me importa casi nada.

No sé a quién quise engañar, las acciones moralmente correctas que he hecho en el pasado solamente me han guiado a la miseria. No quiero más. Algunas personas no tenemos otra opción, e incluso somos presas del destino que nos toca.

Marqué por primera vez, pero la voz del contestador fue lo que llegó a mis oídos. No insistí inmediatamente, aún me quedaban un par de horas para sellar el trato. Esperaba que la propuesta siguiera en pie.

Di unas vueltas por la pequeñísima sala del apartamento mono ambiente para terminar de meditar mi respuesta. A pesar de que tenía unas cuantas dudas, cada vez que lo pensaba se disipaban aún más. No estaba segura de que mi psiquis estuviera lista para revivir todos esos recuerdos del pasado, pero valía la pena correr el riesgo. Al fin y al cabo, no tengo en absoluto una mejor opción.

Volví a marcar y de nuevo di con el contestador. Estaba empezando a ponerme nerviosa. La maldita voz del hombre que me mandaba al buzón de voz era irritante, y yo no era específicamente alguien paciente.

Intenté de nuevo. Nada. Una, dos, tres, cuatro veces y nadie atendía del otro lado. Qué manera de perder tiempo.

Esperé otra hora más, pero el reloj corría y también las esperanzas de aceptar el trabajo. Quizá Dominic no atiende apropósito porque ha conseguido a alguien más que le haga el encargo en lugar de mí.

Me tiré sobre el fino colchón y volví a marcar una vez más. La goma espuma era tan delgada que los huesos de mi espalda podían sentir perfectamente la estructura de la destartalada cama.

Un pitido, dos pitidos, tres pitidos y la voz del hombre volvió a salir del parlante del teléfono.

—Pero te puedes ir a tu maldita madre. —Le elevé la voz al celular mientras me acariciaba las sienes. Ya le conocía de memoria la voz al hombre del contestador.

—Te me calmas, que mi madre no tiene nada que ver con tus problemas de ira. —Extrañamente el contestador me respondió justo antes de que cortara, y caí en cuenta de que en realidad era Dominic que finalmente había atendido luego del décimo llamado. Su voz era muy parecida a la del buzón de voz.

Me percaté de mi error, pero tuve una ligera oleada de alivio. Tendría que empezar a tratarlo con más respeto si iba a ser mi jefe, así funcionan las cosas en el negocio.

—Lo siento, no era para ti sino para... eh... nada, olvídalo. Estuve llamándote desde hace horas.

—Puede que no lo hayas notado, pero soy un hombre ocupado. El dinero no se hace por sí sólo. Asumo que ya tienes tu respuesta. —Cambió la temática de la conversación con un tono relajado. Claramente si lo llamaba era para darle una positiva, y él lo tenía claro.

—Sí. Acepto.

—Genial, me alegra que tomaras la decisión correcta.

— ¿Vas a decirme quién es el "X", y las condiciones? —concreto mientras idealizo en mi mente un ligero plan.

—Todo a su tiempo. Primero hay un par de cosas de las que me gustaría contarte. Sin embargo, el trabajo inicia hoy. Hay una fiesta por la noche, a las 9pm. Vienes a mi casa antes. —sentenció sin lugar a intervenciones.

— ¿Ya me invitas a tu casa? Tengo una política estricta de no mezclar negocios con placer. —bromeo con un poco de doble sentido, aunque estoy segura de las verdaderas intenciones.

—Lamento decirte que soy yo quién condiciona en esta relación. Te espero un rato antes. Es un evento más vale elegante, las personas que habitúan suelen vestir alta costura, pero eso es algo que tú ya sabes muy bien. — Otra vez hizo alusión a mi pasado, y no pude evitar presionar mis labios. No era un terreno en el que me sintiera cómoda.

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