Capítulo 6: Junta

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Golpeé el saco de nuevo. Una, dos, tres veces. No iba con rabia, pero necesitaba descargarme en algún lado. Por suerte había tenido la oportunidad de conocer a una mujer en mi barrio que me permitía entrenar a bajo costo. Era un gimnasio que quedaba cerca de casa, y conocía a la mayoría de gente aquí.

— ¿Practicamos defensa? —preguntó la entrenadora ni bien entró en el salón, su nombre era Jean. Yo era la única que me quedaba hasta esta hora, ya que trabajaba en la empresa y, además, el entrenamiento era necesario para mi verdadera ocupación.

—Claro. —dije mientras me perfilaba en su dirección sobre las gomas en las cuales entrenábamos y ella se ponía unos guantes de seguridad. Nunca había practicado con ella este tipo de ejercicios, pero hoy le había pedido iniciar.

Ya habíamos hablado de las técnicas y posiciones, sólo hacía falta ponerlas en práctica. Yo le comenté que ya tenía experiencia en combate personal, sólo necesitaba volver a relucir antiguos movimientos.

—¿Lista? —dijo cuando ya ambas estábamos en posición.

—Cuando quieras. —respondí.

—Arranquemos por algo fácil.

Avanzó hacia delante dirigiendo un puño a mi rostro, pero lo esquivé por la izquerda, tomé su cabeza y simulé un rodillazo en el estómago, para luego aparentar un codazo en la nuca. Obviamente, todo fue de manera suave.

—Wow, veo que ya tienes bastante experiencia.

—Solía entrenar hace unos años. —Todos los días, en todo momento. Mi padre era muy obsesivo.

Si bien intentaba ser cuidadosa, sabía que no iba a hacerle daño a Jean. Ella era dos veces más grande que yo, más alta y muy musculosa. Tendría que hacerlo muy agresivamente para ocasionarle algún mal y no era la idea.

Esta vez fue con mucha más rapidez. Tiró una patada a mi pecho, pero con velocidad la tomé y llevé mi pierna directo hacia la parte de arriba de su rodilla, haciéndola perder estabilidad. Luego, ante su aturdimiento aparenté un golpe en su lado derecho. Terminada la simulación, ambas volvimos a nuestra posición inicial.

—Eres precisa y veloz, me gusta. Probemos con mayor dificultad gradualmente.

Continuamos con situaciones de pelea cada vez más largas y rápidas. Si bien nos movíamos mucho y esquivábamos y lanzábamos golpes seguido, ambas teníamos prudencia para no provocar accidentes graves.

—Cuidado con el codo izquierdo. —Me corrigió cuando hicimos un pequeño intervalo entre combate y combate, y yo asentí.

Descubrí que a pesar de llevar años sin practicar, mi mente y cuerpo sabían exactamente qué hacer, como si fuera de manera instintiva. No era ninguna novedad puesto que estuve en el área un gran tiempo antes de abandonarlo completamente. Bueno, parcialmente.

Con el pasar de los movimientos más recuerdos reprimidos vinieron a mi mente. Noches de frio, días de sueño, sudor y actividad física. Me gustaba. Había olvidado lo divertido que podía resultar usar el cuerpo para llevarlo a la precisión de los golpes y evasiones. Necesitaba enfocarme en mi equilibrio, los movimientos del otro, sus puntos débiles y mis posibilidades. Me encontraba tan enfocada que no tenía tiempo de penar nada más fuera de ello, me despejaba.

Después de un buen rato, y ambas estábamos bastante cansadas, Jean decidió darnos un break.

— ¿Quién te enseñó esos movimientos? —preguntó cuando nos dirigimos a agarras las toallas.

—Mi padre. Tenía un muy buen manejo de las artes marciales. —contesté con la verdad. Era una de las cosas que me había enseñado perfectamente de niña.

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