Capítulo 5: Negociación

95 49 40
                                    




Llevaba pensando en ello todo el día, y desde la conversación con mi abuela no pude dejarlo de lado. No era muy usual de mi parte hacer esto, pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. De todas formas, si no tenía éxito recurriría directamente al primer plan.

Sin  dudar toqué el timbre de la casa una vez. No podía creer que recordara la dirección luego de tantos años, pero aquí estaba. También existía la opción de que se hubiera mudado y en su lugar viviera otra gente en la casa. De ser así, estaba jodida.

Luego de unos segundos un anciano habló por el portero y yo me dirigí a escucharlo.

— ¿Quién es? —preguntó el hombre algo extrañado, y tal vez un poco malhumorado.

—Soy Sofía. —dije simplemente. No era de dar mi apellido a los cuatro vientos, por razones obvias. Si él vivía aquí me reconocería.

—No esperamos a ninguna Sofía. —respondió el maldito anciano caducado. Lógicamente no había avisado que venía porque no era necesario. Aunque por un minuto me planteé que quizá esta ya no era la casa que buscaba y los dueños habían cambiado.

—Sólo dígale a Jason que soy Sofía. —determiné, y ante esto el señor se calló. No escuché nada del otro lado, por lo que supuse que había ido a corroborar lo que yo decía. Como yo era escéptica con la gente a la hora de decir mi nombre comprendía que la casa también tuviera cuestiones de seguridad para preservar al dueño. Después de todo no era un estilo de vida fácil, pero sí lujoso.

La casa era incluso más grande de lo que recordaba. Probablemente Jason hizo varias remodelaciones. Tenía un jardín perfectamente cuidado y la mansión estaba muy bien mantenida. Con todo el dinero que obtenía no me sorprendía que haya mejorado varios aspectos, después de todo, todos deseamos una casa de ensueño como esta.

Finalmente la puerta se abrió y ante mis ojos el hombre con el que supuse estaba hablando antes apareció ante mi vista. Iba vestido con un uniforme negro y parecía unas décadas mayor que yo. Su expresión ya no era la de irritación como imaginé que estaba hace un momento.

—Señorita, el señor la espera arriba. Suba las escaleras y gire en la segunda puerta, a la derecha. —Su tono de voz también había cambiado mucho. Supongo que la distinción se debe a algo que Jason le había dicho, ya no era una desconocida.

—Gracias. —respondí y me dirigí según sus indicaciones. Si bien la casa estaba algo reformada, eran pocas las direcciones que necesitaba para saber exactamente dónde tenía que ir para encontrar a Jason.

Seguí avanzando hasta que llegué a la puerta que me interesaba. Estaba entreabierta, por lo que no toqué y directamente me adentré. Allí estaba. Jason sentado en el amplio sillón, con las piernas sobre una mesa y jugando un videojuego que creí era el Call of Duty. La habitación era muy amplia, con unas luces neón, decoraciones modernas, una mesa de pool, cuadros que hacían juego y un ventanal que daba justo a un balcón. Era una especie de salón de juegos. Yo lo identificaba como el lugar donde mayor parte del tiempo pasaba Jason (puesto que no conocía su habitación) luego de la oficina claro. A decir verdad, parecía una sala de una persona normal, exceptuando el par de cuchillos específicos que tenía sobre la mesa, no descubrirías jamás que aquí vive un asesino.

No se volteó al escucharme, y estaba segura de que lo había hecho pues sus sentidos estaban muy afilados. Simplemente terminó en breve su partida, pausó el juego y dejó el joystick en la mesita. Luego se levantó y ahí sí me miró mientras se acercaba a mí. Con mi cara de póker lo observé hasta que se dignó a prestar atención a mi presencia, y no dije ni una palabra, no era necesario.

—Amor, que grata sorpresa verte por aquí. —Su tono cínico y esa sonrisa maliciosa se hicieron presente.

—No es una sorpresa si sabías que vendría. —Sí. Yo no había avisado, pero estoy segura de que esta fue su jugada desde el momento cero. Llevarme a negociar para evitar que se quedara con lo único que me importaba en el momento, mientras que para él sólo eran unos dólares más a su cuenta.

MercenariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora