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POV DESCONOCIDO

Miré al mundo pasar por la ventana mientras le daba otro sorbo a mi café negro. Hacía mucho tiempo que no me daba unos minutos para mí mismo, unos minutos para asimilar la vida pasar.

A lo lejos sentí entre la oscuridad de la noche las lechuzas y un par de murciélagos hacerse presente. Sabía que habitaban allí, pero nunca me tomé el tiempo de sacarlos. No me molestaban.

Decidí que ya era hora de empezar lo que tenía planeado. Tomé mi café de un sorbo y dejé la taza para dedicarme a ir a la habitación lejana. Tomé la llave y subí las escaleras con paz y tranquilidad, asimilando y separando cada cosa que pasaba por mi mente. Pasé por el segundo piso, el tercero y luego llegué al ático. Hacía tanto tiempo que no venía aquí.

Abrí la puerta meticulosamente y esperé unos segundos antes de prender la luz. Respiré hondo inundándome de esta sensación que hacía tanto no sentía. Al tocar el interruptor, dejé paso a la claridad para permitirme ver la imagen que tenía escondida durante tanto tiempo. Apareció de nuevo ante mis ojos.

Allí estaban, ocultas en aquel cajón. Organizadas y cuidadas perfectamente, un tipo de arma para cada función. Pistolas, rifles de larga distancia, revólveres, escopetas y un par de cuchillos. Venenos, pastillas y municiones. Todo tal y como la última vez que los usé.

Muy en el fondo sabía que llegaría este momento, sólo era cuestión de tiempo. Me vería en esta encrucijada de apretar el gatillo o apostar al tiempo, pero yo no era buen apostador. Además mi paciencia tenía un límite, y ya me había hartado de dar posibilidades para replantear las cosas.

Tomé mi bolso y cargué las armas más valiosas, probablemente no utilizaría todas pero siempre era bueno ser precavido. No podía creer del todo que esta sería la semana donde vería finalmente ese cuerpo desangrarse frente a mí, y quizás me llevaría el premio mayor. Sólo tenía certeza de lo primero. Serían unas vacaciones raras pero seguramente placenteras. Si de algo no tenía dudas es de que me sentiría muy a salvo.

Todo estaba por verse. Cerré el bolso cuando terminé de cargar todo. No necesitaba entrenamiento, ya había reventado bastantes cabezas en mi vida como para estar seguro que no fallaría una vez más. A mí nunca me tiembla el pulso.

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