Un dia en la fuente

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Me encontraba recostado en la habitación de Eliz con nero durmiendo a lado mío, parecía muy cómodo, ya tenía su trajecito azul marino con estrellitas, quise grabarme su rostro y su apariencia en mi mente de por vida, su cabello blanco era muy parecido al mío, me preguntaba si cuando yo era un bebé me habría mirado igual a él, pase mi mano por sus mejillas, era muy suave, amaba a ese bebé y lo protegería el resto de mi vida, no importaba si tenía que morir para que él viviera, lo haría.

Eliz llegó a la habitación con su pijama puesta y se recostó al otro lado de nero, estaba frente a mi, paso su mano por la pancita de nero y después lo puso de lado colocando una cobija en su espalda "nero es un bebé muy lindo, se parece tanto a ti, creo que también será fuerte como tú" dice eliz, "espero que si sea muy fuerte"contesto, eliz sonreía mientras miraba a nero entonces recordé lo de la tienda de antigüedades "eliz no quieres pasear mañana con nero?, mire qué hay una nueva fuerte y pensé que te gustaría ir" eliz me miro divertida y asintió "me encantaría ir, así le enseñamos el mundo al pequeño nero", "cuando sea más grande dudo que vaya a recordar que fuimos", "tal ves no lo recuerde pero podremos decirle que fuimos con él ahí jiji" asentí con la cabeza, aquella noche nero no lloro, solo cuando tenía hambre y eliz se levantaba a alimentarlo, a la mañana siguiente decidimos arreglar su pequeña bolsa con lo necesario para el día, iríamos a ver la fuente y comeríamos en aquel árbol, eliz creyó que era buena idea enseñarle ese lugar ya que para ella y para mi eran importantes.

Salimos de casa, eliz cargaba a nero el cual estaba arropado con una cobija pequeña color morado oscuro, mientras yo llevaba aquella bolsa de ballenitas y una canasta con comida, caminamos a la fuente, al llegar miramos a mucha gente alrededor dispersa, parecía que estaba disfrutando del día, eso era algo inusual ya que esa ciudad era muy problemática y al principio ni siquiera se miraba gente en la calle, la fuente era una estatua de sparda, salía agua de los pies de la estatua, pude ver como algunas personas tiraban monedas y oraban, se me hizo curioso así que pregunté "¿porque están tirando monedas a la fuente?", "es una fuente de deseos, si tienes un deseo tiras una moneda y pides tu deseo, después de eso se cumple o no jaja, ¿tu tienes algo que deseas?"
Mi vista estaba en esa estatua pero si pude escuchar su pregunta, pensando en algo que decir hasta que una voz en mi cabeza me grito *poder*, ese era el deseo de mi alma, aún no podía deshacerme de esos deseos de poder, necesitaba más poder, mire a eliz y esa voz no volvió, ya tenía algo que quería incluso más que ese poder o eso quería creer "mis deseos...", su vos me interrumpió "no necesitas decírmelos" me extendió una moneda y ella tenía otra, "pidamos un deseo, si se cumple algún día me dirás que se cumplió y así yo también te dire si el mío se cumple ¿te parece?" Me sentí aliviado al verla sonreírme y le sonreí de vuelta, asentí y tomé aquella moneda, nos acercamos a la fuente y tiramos nuestras monedas, mi deseo era cuidar de ella, de nero y poder estar a su lado toda la vida, ella no me dijo el suyo porque dijo que si lo decíamos no se cumpliría, salimos de ahí directo al árbol de aquel prado, al llegar extendí una pequeña manta que estaba en aquella canasta y también la que traía nero para poder ponerlo en ella, sacamos la comida y estuvimos un rato largo hablando y comiendo, hablar con ella me hacía sentir bien, me entendía y no era irritante como otras personas, era divertida pero refinada, tenía un perfecto equilibrio entre ser sería y emotiva, la amaba, cuando llegó la noche decidimos rejuntar todo, comenzaba a hacer frío y eso le haría daño a nero, mientras eliz sostenía la canasta yo llevaba la bolsa de ballenas y a nero, decidí transformarme para mantener el calor ya que estaba demasiado frío para un pequeño bebé, al llegar a casa volví a mi forma de humano y junto a eliz subimos a su habitación, ahí en la cama deje a nero tapado con una pequeña manta, se había quedado dormido de camino a casa y preferimos no molestarlo hasta que le diera hambre, eliz se preparó para dormir y yo con ella, al estar recostados supe que quería esa vida por siempre, me sentía agusto, querido, ya no sentía soledad y me agradaba no sentirlo.

Los días pasaron y nero iba creciendo, no sabía cuánto tiempo había pasado tal ves unos seis meses desde su nacimiento, jugaba más y sus pequeños balbuceos nocturnos eran más recurrentes, sus ojos se habían hecho más grandes dejando ver más su color verde agua, eliz estaba más que feliz con el crecimiento de nero, siempre en las tardes le tarareaba esa canción alegre y a nero le encantaba porque se movía mucho y se agitaba.

Eliz y yo habíamos decidido mudarnos a un lugar lejos de los problemas cuando nero tuviera un año para que fuera más fácil para el adaptarse, eliz había comprado muchos libros para poder enseñarle todo lo que tuviera que enseñarle desde casa, cuando tuviera edad suficiente podría ir a la escuela junto a otros niños de su edad, aquella mujer era muy sobre protectora con el, a nero le esperaba una vida con algunas discusiones con su madre por eso, se me hacía divertido imaginar que eliz podría ser una madre tan estricta y cariñosa al mismo tiempo.

Nero ya tenía su pequeña cama a un lado de la cama de eliz y mía, decidimos que sería lo mejor para siempre cuidar de él, ya solo faltaban seis meses para poder irnos y eliz preparaba todo minuciosamente para ese día.
Consiguió un pequeño carro donde nos iríamos y algunas maletas también, a nero le consiguió un peluche para el camino, junto con algunos juguetes.

Eliz era una mujer muy independiente, al ser hija única se tuvo que valer por sí misma cuando sus padres fueron asesinados y siempre pudo vivir bien, sus padres al ser miembros de la organización de la orden de la espada tenían dinero suficiente como para que eliz no tuviera que trabajar nunca pero ella decía que no le gustaba estar en casa por eso trabajaba, también decía que no le agradaba la idea de agarrar dinero de sus padres, siempre se las quiso arreglar sola. Creía que era una mujer admirable.

El pasado de vergil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora