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Llegué a casa y cuando entré mi celular comenzó a sonar. Lo tomé y miré la pantalla. Número privado, que extraño. Fruncí el ceño y decidí contestar.

— ¿Hola? —dije al atender. No obtuve ninguna respuesta —Hola, ¿Quién habla? —nadie contesto. Volví a mirar la pantalla, la llamada aún estaba —Anne, ¿eres tú cariño? ¿No quieres hablarme? —entonces la llamada se cortó. Miré la pantalla y si se había finalizado.

No, esa no había sido Anne. Ella sería incapaz de llamarme. Pero, ¿Quién pudo ser?
¿Mi padre? No lo creo.
¿Winifred? Puede ser.

El fin de semana se pasó rápidamente, ya que solo me quedaba por disfrutar el domingo. Ese día me quedé en casa todo el día cocinando con Rose. Y como siempre que ella tenía oportunidad, lograba preguntarme por Anne. Yo no sé porque será, pero no entiendo porque la quiere tanto. Aunque esa pequeña caja de mentiras es fácil de querer.

Apresuré un poco mi pasó para llegar más rápido al despacho del rector.

Me habían sacado de la clase de economía porque él me había mandado a llamar. No sé porque motivo será, pues hace mucho que no hago ningún lío o me meto en problemas. Y hoy era miércoles mitad de semana... me puse a pensar un poco si había hecho algo malo, pero no, verdaderamente no hice nada de nada.

Toqué dos veces la puerta de su despacho.

—Adelante —escuché que me decía. Con cuidado me asomé y él me miró —Gilbert, pasa muchacho y cierra bien la puerta.

Asentí y entré del todo. Me hizo una seña para que me sentara frente a él y así lo hice. Acomodé mi garganta.

— ¿Para qué soy útil? —le pregunté ya que no me hablaba.

Él soltó un suspiro y me miró bien.

— ¿Cómo has estado? —preguntó. Fruncí el ceño.

—Bien, normal —contesté algo confundido.

— ¿Sabes? Estoy un poco sorprendido... últimamente no te he visto por aquí y también últimamente estas llegando temprano a las clases.

—Si, puede ser que algo me haya afectado un poco. Pero bueno ni modo, es para bien o ¿no?

—Claro que si, y estamos muy contentos. Este es el Gilbert que queremos aquí, no el rebelde que le gusta meterse al jardín del campus en su ducati —me dijo.

Reí por lo bajo. Él sacó un cigarrillo y me pasó uno. Lo acepté con una leve sonrisa. Prendió el suyo y luego me dio el encendedor para prender el mío. Lo prendí y luego lo miré.

— ¿Para qué me mandó a llamar señor? —le pregunté después de soltar el humo de mi cigarro.

— ¿Acaso no puedo llamarte para hablar contigo y preguntarte cómo estas? —me dijo.

—Sí, si puede pero... ¿no le parece un poco extraño? —dije divertido.

—Bueno si, tienes razón. Te mande a llamar porque llegó algo para ti —dijo. Lo miré extrañado.

— ¿Algo para mí? ¿Y qué es? —pregunté.

Él abrió un cajón y sacó un sobre de carta de allí, lo colocó encima de la mesa y cerró el cajón. Me miró y acercó el sobre a mis ojos.

—Lo trajeron hoy por lo mañana y solo dice Gilbert... y como eres el único Gilbert en la Universidad deducimos que es para ti —me dijo. Miré fijo aquel sobre blanco que tenía solo mi nombre escrito atrás. Miré al rector y tomé la carta. Sentí un gran impulso por abrirla, pero me contuve. Algo me decía que debía abrirla solo y leerla en soledad.

Peligrosa Obsesión (Adaptada)  │ SHIRBERTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora