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Diciembre llega. El frío se ha instalado y el espíritu de las fiestas se siente por todas partes.

Las últimas dos semanas he estado trabajando medio tiempo para un despacho de abogados que tratan casos de separación de bienes, divorcios, demandas y herencias. Es un ámbito bastante distinto al que he manejado en el bufete de mi padre, en donde sus clientes son grandes corporaciones y las cifras que se manejan superan más de un millón de dólares. Pero no me quejo, me gusta tener que esforzarme.

Dentro de poco tendremos el receso por las fiestas y luego de eso será nuestra graduación. Estoy bastante ansioso por ello, realmente quiero ponerme a estudiar abogacía y ejercer de manera correcta.

Anne y yo llegamos a mi departamento luego de haber pasado por la agencia de Bertha. Mi querida suegra está un poco decepcionada de qué no volví a trabajar para ella.

—Estoy agotado —le comento a Anne cuando ingresamos a mi habitación —Voy a darme una ducha... ¿te gustaría acompañarme?

Comienzo a quitarme el abrigo y el suéter.

—No, gracias —dice con una sonrisa divertida mientras deja su propio abrigo prolijamente colgado —La última vez que compartí una ducha contigo, me dejó secuelas.

Al instante mi mirada se dirige a la piel de su cuello, y sonrío al notar que todavía puede divisarse el pequeño chupón.

—Oh, vamos, cariño. Juro que me comportaré.

Ella niega con la cabeza.

—No lo harás, no jures —se quita los zapatos y luego se deja caer en la cama —Ve tú solito, yo descansaré un poco.

—Bien, tú te lo pierdes. ¿Sabes cuantas mujeres querrían tomarse una ducha con Gilbert Blythe? — Ella sonríe.

—Bla bla bla.

Me río fuerte ante su burla, voy al baño y abro la ducha. Espero unos segundos a que el agua se ponga caliente mientras termino de desvestirme.

Cierro los ojos y disfruto del ambiente cálido a mí alrededor gracias al vapor. El agua caliente relaja mis músculos y no puedo evitar ponerme a cantar.

En medio del vapor y el canto, logro escuchar que la puerta del baño se abre.

— ¿Gilbert?

Al instante me asomo y la miro contento.

—Hola, ¿cambiaste de idea? —inquiero entusiasmado.

—No, no cambié de idea —dice divertida.

—Entonces, ¿Qué quieres, mi amor?

—¿Puedo usar tu celular?

Frunzo el ceño porque en realidad ella no tiene que pedirme permiso para usar absolutamente nada que hay aquí.

—Mi amor, puedes usar lo que quieras de esta casa —le aseguro y ella sonríe —Principalmente mi cuerpo.

—¡Deja de ofrecerte! —exclama — Ya puedes continuar con tu baño —dice y da media vuelta, cerrando la puerta detrás de su hermosa presencia.

Me entretengo cantando, termino de enjuagarme y salgo del baño. Mi estómago gruñe y creo que debería llevar a mi chica a cenar. Me pongo mis jeans y voy hacia la habitación secándome el cabello.

—Oye, cariño —le digo mientras ingreso a la habitación —Estaba pensando que podríamos ir a cenar.

Anne está parada de espaldas a la puerta, colocándose los zapatos y el abrigo. La miro realmente extrañado. Entonces gira para mirarme, y sé que algo no anda bien. Se ve pálida y sus ojos azules están brillosos por lágrimas contenidas.

Peligrosa Obsesión (Adaptada)  │ SHIRBERTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora