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Mis ojos estaban clavados en los suyos. Esas profundidades color cielo, estaban llenas de emociones, llenas de amenazas, y podría decirse que de muchos miedos también.

—Bueno, vamos a comenzar —habló Bertha.

Anne giró la cabeza para mirarla.

—¿Tú vas a sacar las fotos? —le preguntó algo nerviosa.

—Sí, ¿Cuál es el problema? —le preguntó su madre.

—No, nada —dijo y volvió su vista al frente. Soltó un leve gruñido.

—¿Qué sucede? —le pregunté.

—Esperaba que mi madre no fuera la fotógrafa —me dijo.

—¿Por qué?

—Porque a veces... pide demasiado...

—Ahora Gilbert, pon tu brazo izquierdo alrededor de la cintura de Anne y acércala a ti cuando yo te diga —me dijo.

Hice lo pedido y cuando dijo ya, la acerqué a mí haciendo que chocara levemente contra mi pecho.

—Perfecto —habló Bertha —Ahora mírense a los ojos. Anne pon tus manos sobre sus hombros y acércate más a su rostro.

La pelirroja giró la cabeza para mirarla.

—Bertha... —la llamó por su nombre, como forma de advertencia.

—Haz lo que te digo —dijo ella. La pelirroja obedeció y se acercó más a mí —Anne, quiero que dirijas tu mirada a la cámara. Tú Gilbert, solo mírala a ella.

Otro flash iluminó todo.

—¿Cuántas fotos más vas a sacar? —preguntó Anne.

—Varias, varias —contestó Bertha —Ahora quiero ver deseo, mucho deseo.

—Tus peticiones son órdenes para mí, Bertha —le hablé.

—¡Nooo! —chilló ella.

—¡Anne, actúa como si desearas a Gilbert o te reduzco el sueldo! —la amenazó.

—Vamos tempanito de hielo, haz caso. Las mamás siempre tienen la razón, ¡Deséame!

—Como los odio —musito ella.

—Ahora Gilbert, levanta a Anne sobre ti y coloca una de tus manos justo cerca del parche en donde está la marca y la otra en su espalda.

—Mamá, ¿desde cuándo las fotografías se volvieron tan... pornográficas?

—Ay hija, eres tan... quisquillosa. Haz lo que te digo, así terminamos todo esto rápido.
Ella murmuró algo que no logré entender.

—Vamos cariño, arriba —le dije con un doble sentido que evidentemente le molestó y la alcé sobre mí.

Sus piernas se cerraron alrededor de mi cintura, y sentí que iba a volverme loco ante el adictivo aroma de su perfume.

—Anne, peina su cabello hacia atrás con tu mano. Y mírense las bocas.

Parecía que ella ya no iba a protestar. Su mano se enterró en mis cabellos peinándome hacia atrás, y sus ojos se clavaron en mis labios, al igual que los míos en los de ella.

Luego de media hora, en donde seguimos posando cerca, muy cerca. En donde ella posó sola, y de verdad parecía una modelo profesional, haciendo caras y gestos. Hasta yo tuve mis poses solo, y debo decir que soy más bueno de lo que pensaba.

Peligrosa Obsesión (Adaptada)  │ SHIRBERTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora