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Decidí ir a caminar un poco para no pensar tanto en que dejé sola a mi novia con su ex. Pero eso... no es malo, no lo es. Ella misma me ha dicho que nunca lo amó y que solo lo aprecia como a un amigo. Pero él, él es un maldito infeliz.

—Gilbert, ¿podemos hablar? —me giré a verla al escuchar su voz.

—Winifred —le dije y tragué un poco de saliva. ¿Qué es lo que quiere ahora? — ¿Hablar? ¿De qué?

—Gilbert... no sé si tú te has dado cuenta de que yo... yo estoy enamorada de ti —me dijo.

Cerré los ojos fuertemente y maldije para mis adentros. Lo que menos quería escuchar en este momento era la declaración de amor de Winifred.

—Winifred yo... —intenté hablar pero ella se acercó y apoyó uno de sus dedos sobre mis labios. Al instante me alejé.

—Déjame hablar —me pidió. Asentí.

—Voy a escucharte, pero evita tocarme... por favor —le dije. Ella asintió.

— ¿En qué andas? —me preguntó.

— ¿Con qué? —le pregunté.

—Con tu vida... hace como una semana que no te veía. Y no lo sé... ya no sales, ya no estás faltando a clases, ya no eres el mismo de siempre.

—Cambie —le aseguré.

— ¿Cambiaste?

—En realidad me cambiaron.

—Es ella, ¿cierto? —dijo mientras sus ojos se humedecían un poco.

Sentí un nudo en mi estómago y eso creo que se llama culpa. Me siento mal por ella, me siento mal por haberla ilusionado. Y ahora que amo a alguien se cómo se siente aquello.

—Sí, es ella. Es Anne —le contesté.

—Gilbert, yo estoy dispuesta a compartirte con Anne —me dijo.

Fruncí el ceño y la miré bien.

— ¿Qué? —dije.

—Que no me importa tener un poquito de ti, pero... yo te amo Gilbert. Yo sé que quizás es difícil de entenderlo y no es capricho yo te amo —dijo mientras se acercaba más a mí.

Al instante me alejé poniendo más distancia entre nosotros.

—No Winifred, estás equivocada —le dije. Ella me miró —Yo no puedo compartirme.

— ¿Por qué? —preguntó.

—Porque estoy enamorado de una persona y mi corazón le pertenece completamente a ella. No puedo partirlo, ni sacarle un pedazo. Ya tiene dueña... y tú, tú deberías tener un poco más de amor propio. 

— ¿Sabes qué? Vas a arrepentirte —me dijo mientras se alejaba de mí.

Reí por lo bajo.

— ¿A si? —le pregunté.

—Te lo juro por dios, que vas a arrepentirte de haberme hecho esto. Ya lo veras, ya verás que no soy tan estúpida como crees —dijo y se fue de allí.

Me apoyé contra la pared que estaba a mi izquierda y solté todo el aire que había estado aguantando.

— ¿Qué haces galán? —escuché su voz y me giré a verla.

—Anne, mi amor, solo estaba hablando con ella. Yo no...

—Shhh, tranquilo. No tienes que darme explicaciones. Confió en ti —me dijo divertida —Escuché un poco de tu conversación con ella.

— ¿Escuchaste? —pregunté.

—Sé que no debí, pero bueno fue sin querer —aseguró mientras se acercaba más a mí —Así que tienes una dueña. ¿No hay una posibilidad de poder competir con ella por tu corazón?

Sonreí y di un paso hacia ella. Apreté mis labios mientras con mi mano tocaba mi mentón.

—Lo veo difícil, ella es perfecta—le dije. Ella sonrió y con eso morí —Aun que mirándote bien... ¿Te gustaría competir con ella?

—Me encantaría competir con esa idiota por un chico como tú.

— ¿Idiota? ¿Le dijiste idiota?

—Ajá —dijo mientras se acercaba aún más. Levantó sus brazos y los colocó detrás de mi cuello.

—No, lo siento. Pero no puedo permitir que trates así al amor de mi vida. 

—Dame un beso —dijo. Coloqué mis brazos alrededor de su cintura, acercándola un poco más.

— ¿Uno solo? —pregunté.

—Millones, los que quieras. 

— ¿Hablaste con Gardner? – pregunté antes de besarla. Necesitaba saber aquello.

—Si – dijo fastidiada. Sonreí ella quería que la besara.

— ¿Y qué dijo?

—Te insultó un poco, pero ya lo sabe. Eso es lo importante.

— ¿Entonces, no más Gardner y Winifred?

—No más nadie. ¡Ahora bésame!

—Y después soy yo el que no sabe esperar, ¿cierto?

—Uno pequeñito, pequeñito —hizo un gesto con los dedos.

—No va a alcanzarme con uno pequeñito, amor.

— ¿Sabes qué? —dijo y me besó cortamente. Reí por lo bajo.

— ¿Qué?

—Hay un salón vació para ir a estar más tranquilos.

— ¿Un salón vació? ¿En qué estás pensando pequeña traviesa?

—No es en lo mismo que tú. Pero prefiero estar entre cuatro paredes contigo que aquí en medio del pasillo por donde pasa todo el mundo.

—Por mí que nos vea el presidente de la Nación —dije y entonces me incliné hacia ella y la besé.

El celular de Anne comenzó a sonar. Maldiciendo por lo bajo me alejé de ella.

—Lo siento —se disculpó conmigo y miró la pantalla —Es mi madre —dijo sorprendida. No habíamos tenido noticias de Walter, ni de Bertha desde el sábado — ¿Mamá? – La atendió y guardó silencio — ¿Dónde estabas? —la miré y vi como su rostro comenzaba a volverse algo pálido. Eso me asustó. Así que me acerqué a ella y la sostuve. Me dio la impresión de que iba a desmayarse — ¿Qué? —Preguntó sin poder creerlo —No, tú estás jugando conmigo —rió nerviosa — ¿Qué quiere decir eso, Bertha? —Dijo indignada y se alejó de mí para comenzar a caminar como loca por el pasillo — ¿Sabes? Mejor guárdate los detalles, que horror. Luego te llamo que ahora estoy en la Universidad —colgó y me miró.

— ¿Qué pasó? —le pregunté.

—Ya sé de donde heredé la manía de embriagarme y terminar haciendo cosas malas con personas que vienen con música a las 2 de la mañana a mi casa —me dijo. La miré extrañado.

— ¿A qué te refieres mi amor? —le dije sin entender del todo.

—Me refiero a que mi madre y mi padre estuvieron todo el sábado y casi todo el domingo bebiendo champaña y haciendo cosas indebidas en un cuarto de hotel.

Peligrosa Obsesión (Adaptada)  │ SHIRBERTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora