ɪᴠ. ᴛʜɪɴᴋɪɴɢ ʙᴏᴜᴛ ʏᴏᴜ

507 51 13
                                    

Harta de escuchar la clase la azabache solo miraba el reloj de pared ubicado justo arriba del pizarrón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Harta de escuchar la clase la azabache solo miraba el reloj de pared ubicado justo arriba del pizarrón. A todos les extrañó que justo ella no aportará nada. Simplemente se hubo mantenido con la mirada fija al frente mientras se abrazaba a sí misma, salvo por las veces que se soltaba para anotar cosas en su cuaderno para armar sus apuntes.

—Señorita Dupain— el llamado en tono rígido de la mayor la sobresaltó haciendo que sin querer botara su pluma al suelo
—¿Qué sucede Miss Mendeliev?— Preguntó de vuelta tratando de no sonar grosera, pues sabía de la actitud especial de su docente, y cualquier cosa que no le pareciera tendría como consecuencia un regaño.
—Solo quería saber si tiene algo que aportar en la clase, digo como siempre ha de hablar— El tono sarcástico no se hizo esperar, y la azabache pudo notarlo de inmediato, ya sabía que no era de agrado de la catedrática.
—No, está vez no, no quiero hablar— Contestó ella mientras se abrazaba aún más fuerte. Y sin poder evitarlo miró de reojo al concentrado rubio que estaba sentado al lado de ella.

«Estuve a punto de equivocarme otra vez, pero me sirvió para comprobar que todos son iguales, no importa cuan atractivos sean, están podridos por dentro».

—Bien, les decía que John Dewey se esforzó en demostrar cómo las ideas filosóficas pueden actuar en asuntos de la vida diaria, su planteamiento era de cambio permanente adaptándose a necesidades concretas para planificar la acción de superar los obstáculos entre lo que hay y lo que se concreta...— Sin dejarla terminar la chicharra se hizo oír por toda la facultad. Provocando ligera frustración en la docente y una notoria felicidad en la ojiazul. Quién rápidamente tomó su mochila y se dispuso a salir del salón lo más rápido posible.
Sin contar que el rubio salió detrás de ella con la única intención de disculparse por su comentario fuera de lugar, caminaba casi trotando en busca de su hermosa compañera, y no fue hasta que llegó a la zona de los lockers cuando por fin la encontró frente al suyo guardando su libro y acomodando otras cosas.
Era ahora o nunca, se armó de valor y tomó camino hacia su dirección. Una vez detrás de ella respiro profundamente para después posar su mano derecha en la cintura ajena y por fin habló. 

—Marinette, de verdad lo lamento— Dicho esto un silencio hizo acto de presencia entre ambos, y tras unos segundos que parecieron eternos la ojiazul por fin volteó para encararlo. Sus miradas de nuevo se cruzaron y nuevamente se sintió caer bajo el hechizo de aquellas esmeraldas, pero sabía que debía ser fuerte, así se mostraba ante todos y ese joven no sería la excepción.

—¿Creés que con pedir disculpas todo se arreglará?
—Supongo, es lo correcto ¿No? Malo sería que no lo hiciera.

Marinette se cruzó de brazos y puso su actitud a la defensiva.
—El pedir disculpas no borra lo que tu piensas o imaginas de mí.
—Bueno…
—Lo imaginé, así que mejor me dejas de robar mi tiempo y te vas por donde viniste.
—¡Oye! no tienes por qué actuar tan grosera, solo quiero arreglar las cosas, que recién pasaron.
—Porque supones que hacerlo te da puntos para meterte en mi cama.
—Espera, claro que no es eso… ¡acaso ser amable un minuto conmigo te mataría!

ɴᴇᴡ ʀᴏᴍᴀɴᴛɪᴄs ||ᴀᴜ ᴀᴅʀɪɴᴇᴛᴛᴇ|| +18 ғᴛ. ᴇsᴍᴇ ᴄᴀᴅᴇʟᴇᴢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora