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-Todos ustedes, vengan conmigo-

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-Todos ustedes, vengan conmigo-

Con una pequeña basurita en forma de chuzo me encomendé a sacar el mugre que tenía metido muy adentro de mis largas uñas. Arrodillada, y con el candente sol de la tarde encima de mi, de metiche voltee a mirar un poco lo que el comandante que dirige las tropas, se apareció para reunir los hombres que necesitaba.

Hace cinco o 6 minutos la señora Yang-Mi se llevó con tanto apuro las concubinas para su correspondiente habitación sacándolas del jardín. Esa mujer con sus vestidos apretados, altos tacones, exagerado maquillaje, y alta moña, cada vez que me mira, le detecto el asco hacia mí. Me odia y no se porque. Que yo recuerde, no le he dado motivos alguno para que se comporte así conmigo..

-Comandante Seok Jin- el consejero real Kim Nam Joon se aproximó al hombre de armadura negra, lo cual él reaccionó posicionándose firme y dedicándole su más respetuoso saludo correspondiente.

-¿Hubo cambio de orden, señor?- preguntó.

-La orden sigue intacta tal y como la dio el emperador- mis ojos rodaban de aquí para allá cogiéndome el chisme y haciéndome la loca sembrando plantas- Es solo que quiero que le informes a la tropa, que los bebés traídos lo irán colgando de sus pies frente al palacio.

-¿De sus pies?- fue buena la confusión del de cabello revoltoso, ya que yo tampoco comprendí ni media papa- Disculpe, señor, pero no comprendo el..

-El emperador dijo que cuando lleguen con los bebés de los aldeanos, lo colgarán boca abajo de sus pies- inconscientemente alce las cejas horrorizada- Sé que suena cruel, pero es una orden, y debemos cumplirla a pie de letra ¿Le quedó claro, comandante?

-Si, señor consejo.

Llevé la palma de mi mano a cubrir la boca. Realmente estaba petrificada, ¿Como puede ser posible que haya tanta maldad en el corazón de alguien?.

-¿Colgar de los piesitos los hijos de los aldeanos? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué clase de animal es ese?..

(Min)

Desperté de concentración en cuanto oí el ruido de pisadas encaminarse tras de mí. Tenía mis manos puestas atrás de mis espaldas, permitiendo que el viento acariciara mi liso cabello rubio, mientras los banderines coloridos decorando el frente de mi ventana se batían en todas las direcciones posibles. En lo más alto del balcón esperé a que mi mano derecha llegara y me informara de la orden explícita que les había asignado.

-Soberano, sé que nos tardamos un poco en saquear las viviendas de los pueblerinos, pero...

-Solo di que cumplieron mi orden, y punto- interrumpí con impaciencia tanta habladuría.

-Asi es, señor. Ya todo está listo como usted lo ordenó- dicho aquello por parte del moreno, sin más espera abandoné mis aposentos para avanzar con pasos rápidos y llegar lo más veloz que se pudiese.

≠Daechwita≠ Terminada•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora