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Luffy se encontraba intentando resistir el llanto con leves heridas de aquel ataque de ese insecto gigante mientras los dos hermanos mayores lo regañaban por no haber esperado y encima por meterse en problemas una vez más, pero ya eso no era novedad.

— Bueno, vamos, aún tenemos que ir por la cena — rompió el regaño que le estaba dando el pecoso al pequeño con sombrero de paja con la mirada al suelo evitando ver a la cara a su hermano, pero al escuchar al rubio fue como si todo eso nunca hubiera pasado, lleno de ánimos respondió con un gran "¡Si!".

— ¡Esta vez evita meterte en problemas! —rompió el ánimo de Luffy en un instante Ace.

— Ya entendí... —respondió con un puchero mientras el rubio sonreía.

Se pusieron en marcha con su caza mientras por atrás la tripulación seguían al grupo de niños viendo cada momento y lio en que se metían, viendo como Sabo y Ace protegían y cuidaban a su hermano pequeño el cual se metía siempre en problemas de todo tipo.

Pasaron algunas horas siguiendo a los 3 pequeños monstruos, quedando un poco en shock por la clase de bestias que cazaban; nunca imaginaron que así fue su vida de niño de su capitán, ahora explicaba muchas cosas de su forma de ser.

— ¡Carne, carne! —comentó alegremente el menor de los tres mientras ayudaba a llevar un ciervo junto a sus hermanos mayores. Teniendo algún que otro rasguño, pero eso no parecía importarle en lo absoluto.

— Maldición, a ver cuándo dejas de meterte en problemas en cada una de nuestras cacerías. — bufó el pecoso que iba adelante de los tres, haciendo una mueca de mala muerte, típica de él.

— Antes pensaba que Ace era más educado que Luffy, pero ahora viendo... —comentó al notar el cambio de actitud repentino que tuvo Ace.

— Bueno, así le queda más claro el concepto de que eran hermanos —respondió a su compañera una peli negra, mientras todos asentían con una sonrisa a la respuesta, un tanto nostálgicos.

No pasó mucho para que los tres hermanos llegasen a una cabaña en medio del bosque, los Mugiwaras quedaron algo confundidos y así solo esperaron a que estos entraran, viendo por la ventana para ver de qué se trataba, viendo a varios bandidos que estaban realmente tranquilos junto con una gran mujer que también parecía disfrutar su paz.

Hasta que abrieron la puerta como si de una emergencia se tratase, así alterando a todos los bandidos.

— ¡MALDITOS! ¡No abran la puerta así! —regañó la mujer mientras empuñaba su puño como si de una paliza les daría a los tres pequeños, pero estos sin ningún miedo solo le lanzaron el ciervo a ella interrumpiendo su regaño.

— Cállate y cocínalo, vieja —comentó el pecoso con una mirada bastante desinteresada mientras se adentraba más a la cabaña siendo seguido por sus dos hermanos, con el más pequeño simplemente repitiendo "¡Carne, carne!" bastante alegre.

— Malditos mocosos, si no fuera por Garp, ustedes... —murmuro furiosa la mujer que sus compañeros intentaban calmar, ya acostumbrados de cómo eran los niños y la mujer con ellos. Aunque dijera ese tipo de cosas, sabían muy bien ellos que la mujer les tenía gran cariño.

— ¿Bandidos? Nunca lo imagine, pero tampoco me sorprende —habló el de la nariz larga a la escena que veían sus ojos a través de la ventana un tanto impresionado y preocupado.

— Bueno, al menos no parecen malas personas.

Para su sorpresa poco a poco parecían estar atravesando la pared y así cayendo en el piso de la cabaña, tomando a todos por sorpresa.

— ¿¡Qué pasa!? Ahora atravesamos la pared... esto cada vez es más extraño. —expresó Usopp, agobiado de las sorpresas que pasaban en esos momentos, reincorporándose mientras también su compañera lo hacía.

Mientras tanto Robin pasaba como si no hubiera ningún problema— Al parecer solo es esta cabaña a la cual podemos atravesar como si fuéramos fantasmas, los árboles de afuera y demás no podíamos.

Mientras discutían sobre lo que estaba pasando, pasaron algunos minutos para luego ser interrumpidos por los gritos de la mujer.

— ¡La comida está lista, cabrones! —notando que los bandidos se apresuraban a tomar lo que podían, dejando confundidos a los mugiwaras.

— ¿P-por qué tanta prisa? —comentó el pequeño reno que se escondía incorrectamente aferrado a la pierna de aquel de la cicatriz en el ojo. Viendo la verdadera razón del porque eran tan apresurados bajar rápidamente empujando a los ladrones metiéndose en medio tres pequeñas bestias, comiendo como si no hubiera un mañana. Oh, sí... eran los niños.

La tripulación Sombrero de Paja se quedaron en silencio viendo como todo era un desastre a la hora de comer, una lucha por la supervivencia, unos animales.

— Ya veo porque Luffy es así a la hora de comer... —dijo el rubio que estaba un tanto horrorizado por la escena, aunque tampoco le sorprendía del todo, mientras sus compañeros asentían.

Recuerdos de nuestro Capitán.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora