13: Only (Zander y ella)

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13: Only (Zander y ella)

Puede ser la historia que Alice me contó ayer, o puede ser que me toca ponerme mala con el periodo pronto, y unos días antes siempre me pongo muy... cachonda, pero el caso es que me como el culo de Lisa sin disimulo ninguno, y quizá también me imagine a Finn. Por algún motivo, me da vergüenza esto, el sentirme atraída sexualmente por alguien. Siento como que no es lo que debería sentir, que no está bien sentir ese sentimiento de ansia de algún roce. Quizás la hija de los padres de Alice debí haber sido yo, y no ella.

Hoy la cafetería también está llena, como de costumbre, y he tenido la mala suerte de quedarme dormida y no he podido venir temprano para coger sitio. Muy mal por mi parte, siendo esto a lo único que me dedico actualmente. Pero bueno, no hay mal que por bien no venga, ¿no? En mi rápido barrido del lugar, he visto algo interesante: el estuche de un violonchelo apoyado junto a una mesa con un vaso humeante junto a los baños.

Es mi momento.

Me siento, intentando no mirar muy descaradamente por encima de mi café caliente, ojeando el ambiente y viendo si alguien se acerca a reclamarme la mesa. Un chico sale del baño secándose las manos en sus pantalones, y se detiene abruptamente cuando me ve.

—Eh...—duda—Perdone, esta es mi mesa.

—Oh, ¿sí?—me hago la sorprendida—. Lo siento, no sabía que había alguien.

—Solo he ido al baño.

—Fallo mío—El chico sonríe y se sienta. Pero yo no me levanto. Me causa gracia que me mande miradas de reojo, intentando incomodarme. Después de unos minutos en los que ve que no surte efecto, me mira de lleno—. ¿Sí?—Le digo—¿Querías preguntarme algo?

—Sí, que si se va a quedar aquí toda la tarde.

Lanzo miradas al local.

—Mira cómo está esto. ¿No te importa que me siente contigo? Te prometo que voy a lo mío.

Se pasa la mano por el pelo castaño y corto, y levanta dos de sus dedos.

—Dos cosas. La primera es que deberías haberme preguntado antes de sentarte, no al revés.

—¿Y la segunda?—Le pregunto, con mi más bonita sonrisa.

—Estoy esperando a alguien—mira el reloj de su muñeca—. Aunque, bueno, llega más de media hora tarde, ya no creo que venga.

—¿Tiene algo que ver con eso?—señalo el instrumento a su lado.

Ahoga una carcajada, asombrado.

—¿Cómo lo has sabido?

Esta historia es tan bonita, que no sé cómo introducirla. No sé si empezar describiendo a los protas, el principio, el final, o el nudo.

Empecemos por el final: dos personas se conocen y se gustan. El final también es el principio.

Vale, como no sé por dónde empezar, vamos a hacer como si la historia ya hubiera comenzado:

Como todos los días, Zander tenía que coger el metro dos veces, una para ir, y otra para volver de la academia. ¿Academia? De música. Zander tenía un irremediable amor por la música, y un innegable talento innato para ella. Llevaba desde que podía recordar tocando, y a los 14 años, entró en un programa en el que tenía clase hasta los domingos, como el domingo que se encontró conmigo.

Con quien también se encontraba Zander, todos los días, era con una chica cuyo nombre, de momento, va a seguir en el misterio, igual que para él al principio. Se la encontraba todos los días en el metro. Casi siempre llegaba pocos segundos antes de que las puertas se cerraran, pero el conductor la conocía y la esperaba, la veía por el espejito que tenía en la pared al inicio del túnel. Zander no necesitaba espejos, se había enamorado de ella a primera vista. Vale, quizás no enamorado en todo el sentido de la palabra, pero definitivamente había sentido algo dentro de él la primera vez que la vio.

Historias de amor en navidad | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora