17: Viand
¿Cuál será el siguiente movimiento de Finn? ¿Me llevará a ver las estrellas? Haga lo que haga, sé que lo va a hacer especial. Aunque... quizás me toca a mí hacer algo por él, ¿no? No se me ocurre nada que hacer por él, como él ha hecho por mí, pero puedo invitarlo a un café un día. A que se siente conmigo y escuche las historias. Me vendría bien algo de conversación en los ratos muertos, algo de miradas cohibidas y conversaciones superficiales, o profundas.
—¡Yo quiero sentarme aquí!—Un niño de unos siete años se sienta en el sillón contiguo, sin reparar en mí.
—La mesa está ocupada, hijo, vamos a buscar otra—Una niña más pequeña trepa hasta subirse al sillón de enfrente, el padre intenta detenerla—. No, Lila. Estáis molestando a esta chica, vámonos.
—Oh, no es molestia—No seré la mayor fan de los niños, pero suelen tener historias muy graciosas, y son muy lindos. Los dos rubios y sonrientes, ella con la boca llena de chocolate de la galleta a medio comer que su padre le tiende, él mirando con anhelo el batido frente a él—. Podéis sentaros conmigo, no me importa.
El padre, rubio también, duda, pero termina asintiendo y sentándose a mi lado, frente a su hijo.
—Lo siento, ¿eh? Es que no hay quien los convenza de otra cosa cuando quieren algo.
—Normal, supongo—Lo detallo: es guapo, con un rastro de barba clara y los ojos claros, como su hija. Me sonríe cuando nota que lo miro—. ¿No tendrás alguna historia que contarme sobre ellos?
Samuel tenía dos hijos, era padre soltero —compartía la custodia con la madre de los bebés, pero estaban separados, por eso se denominaba a sí mismo como padre soltero—, y las navidades pasadas tuvo un dilema del que no pudo hacerse cargo él solo, necesitó ayuda.
¿Ayuda de quién? De alguien que él no conocía mucho, por no decir nada.
El dilema era: ¿debía decirle a sus hijos que Papá Noel no existía? ¿Y cómo lo hacía? Todo había surgido porque su ex había tenido la idea de ponerles una película en la que se descubría que el Papá Noel de los centros comerciales no era real, y llevaban desde entonces con la retahíla de si era o no real, que si Santa existía, que si esto, que si lo otro... La madre había intentado evadir todas sus preguntas, y le había pasado el muerto al padre. "Haz lo que quieras, pero dímelo para estar preparada y no cagarla en navidad". Tendría cara... Encima de le ponía mil y un problemas para verlos, tenía que encargarse él de decidir si quitarles la magia y la ilusión, o dejarlos ser unos niños un poco más.
Él no estaba preparado para tomar esa decisión: era muy realista, la navidad le era indiferente y no sabía cómo guardar un secreto. Necesitaba ayuda.
Un diecisiete de diciembre, entró en la misma cafetería donde nos encontramos, a punto de tirarse de los pelos y necesitando un café por las pocas horas que había dormido pensando en su dilema, y se sentó en una mesa cualquiera, que por suerte encontró una vacía. Aunque no estaba realmente vacía, una mujer con el pelo rapado y un perfecto delineado de ojos lo miraba con la ceja alzada desde la silla contigua.
—Estás en mi mesa—se ocupó de decirle.
Samuel dio un brinco del susto que le dio su voz.
—Lo siento, no te había visto—se levantó con una sonrisa de disculpa, y se quedó de pie al lado, mirando por encima el local, pero no había ningún asiento a la vista. Le lanzó una mirada a la mujer otra vez: leía un libro, no sabía cuál, y parecía tomar una bebida fría—. Siento molestarte, pero...—se dirigió a ella de nuevo, con todas las confianzas del mundo—¿Me podrías ayudar con algo?
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Historias de amor en navidad | ✔
Ficção AdolescenteTERMINADA✔ Julie es una escritora novata, publicó su primer libro hace un año, y lleva desde entonces escribiendo distintas historias, pero ninguna termina de cuajarle como para dársela al mundo. Ella no suele mirar mucho las estadísticas de su libr...