8: La vida y la muerte

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8: La vida y la muerte

Ahora no puedo dejar de pensar en mis expectativas y la idea del amor que tengo, porque Blake ayer me hizo pensar, replantearme mi vida entera y todas mis expectativas... ¿Le pasará a Lisa lo mismo? La veo atender, sonriente. Parece una persona nueva: me ha saludado con una sonrisa y me ha puesto lo de siempre, pero no me ha hablado, ni nada... ¿Qué tengo que hacer? ¿Hablarle con normalidad, fingiendo que no ha pasado nada? Yo quiero saber por qué lo hizo, y quiero saber qué piensa de ello...

Bueno, intentaré interceptarla antes de irme, por ahora me centro la mujer unos años mayor que yo que se sienta frente a mí.

—Hola—saluda.

—Hola—Le respondo, con la misma sonrisa en mis labios—, ¿puedo ayudarla?

—¿Eres Julie?—asiento—Tu tía me ha dicho que estás escribiendo un libro con las historias que la gente te cuenta.

Abro la boca sorprendida, y asiento.

—Sí... —aturdida, parpadeo varias veces para salir de la sorpresa, y asiento repetidamente—¿Quiere usted contarme...?

Asiente sin dejarme terminar. Suelto una risita incómoda mientras busca algo en su enorme bolso, con desesperación.

—Mira—me dice—, este es el amor de mi vida—me tiende una foto pequeña en la que se ve a un hombre joven, sonriendo, y ella a su lado, besándole la mejilla. Parece una foto de las que se hacen en el fotomatón, un formato muy entrañable—. ¿Escribirías sobre nosotros?

—Claro—Le digo—. Cuéntame vuestra historia.

—Bueno—empieza—, a los quince años tuve mi primer novio. Se llamaba Lucas.

—¿Es él?—pregunto, alzando la fotografía.

—No, ese es su mejor amigo—Guau. Vale—. Lucas y yo tuvimos una relación fugaz, aunque muy intensa. Nos quisimos mucho, pero no... No estábamos hechos el uno para el otro, pero nos llevábamos bien, así que a veces me seguía llamando cuando quedaba con su grupo de amigos, y pues yo iba, porque me caían bien—asiento, para que sepa que le sigo el hilo—. Un día, después de años de haber estado juntos, me llamó y me dijo que estaba en una fiesta, que si quería ir, y yo, como estaba en casa, aburrida, pues le dije que sí, y mandó a uno de sus amigos a por mí.

—¿A este?—vuelvo a señalar la foto.

Ella asiente, mirando la imagen con melancolía.

—Sí, a Marc. Marc...—repite su nombre, saboreándolo—Marc era el menos accesible del grupo, no porque fuera callado o misterioso, sino porque directamente era un borde de mierda que no sabía socializar... Y conmigo no fue la excepción, aunque con lo abierta que yo soy, no podía pasarme todo el camino callada, escuchando únicamente su respiración, así que le puse la cabeza como un bombo, aunque él no hablara mucho. Terminó riéndose. De mí—apunta—. Pero no me enfadé, me pareció bonito que mostrara al menos una reacción, me sentí privilegiada... En esa fiesta, lo perdí de vista toda la noche, yo me lo pasé bien con Lucas y los demás, y lo volví a ver cuando dije en voz alta que me quería ir, que apareció a mi lado y se ofreció a llevarme de vuelta.

Sonrío. Me parece muy cliché, pero infinitamente adorable.

—¿Fuisteis solos?

—No, Lucas estaba borrachísimo, y él se lo llevó a su casa para que nadie lo viera mal.

—¿Cuántos años teníais?—pregunto, curiosa.

—Dieciocho—asiento—. La próxima vez que lo vería sería varios meses después, en la misma situación: Lucas estaba en una fiesta, me llamó por si me apetecía ir, y mandó a Marc a por mí. Cuando me recogió en la puerta de mi casa, me sonreía, y eso me pareció muy raro, porque lo esperaba con su habitual cara de culo. Pero no, estuvo hablador, entusiasta, se veía muy adorable con los ojos brillantes y toda esa energía... No sé, me llamó la atención que estuviera tan receptivo conmigo, cuando, en los años que llevábamos sabiendo del otro, nunca habíamos interactuado tanto.

Historias de amor en navidad | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora