14: Me quedaré despierta

22 9 5
                                    

14: Me quedaré despierta

Finn ahora se dedica a mandarme stickers lindos con los que me es imposible no poner cara de tonta. ¿Qué le hago? Si es que a veces hasta los intercala con fotos suyas intentando imitarlos y yo me muero de amor y ternura. ¿Será que me está gustando más de lo que normalmente me han gustado las personas? Puede ser. La verdad es que nunca he conocido a nadie que haya captado mi atención durante más de varios días. Aunque eso quizás también se debe a que el interés de ellos tampoco persistía más que esos días. Pero Finn parece estar interesado en mí, más de lo que nadie lo había estado nunca, y ese interés que muestra me hace tener interés a mí, y es un bucle que no termina...

haces algo mañana?

sentarme en la cafetería esperando que alguien me cuenta alguna historia

por qué?

podríamos hacer algo

si me cuentas otra historia

las que quieras

Sonrío.

¿Así de fácil es? Supongo que es así de fácil cuando está destinado a ocurrir, ¿no? Cuando no hay que forzar las cosas.

Unos sollozos llaman mi atención, una mujer sentada en una esquina, sola, llora. Intenta ser silenciosa, pero la escucho. Tal vez soy la única, porque todo el mundo alrededor parece ignorarla. No puedo quedarme sentada e ignorar el hecho de que parece buscar una aguja para coserse el corazón, de tanto que se le rompe llorando. Me levanto y me acerco, me siento con cautela a su lado, no queriendo asustarla.

—Hola...—digo afable—¿Está usted bien?

—Sí—dice, mirándome con los ojos hinchados llenos de lágrimas—. Sí, es solo que estoy recordando tiempos en los que no lo estaba.

Quizás no sea lo más ético, y puede que luego me arrepienta de allanarla así, pero de verdad que no lo hago por la historia, lo hago porque creo que le vendría bien hablar.

—¿Quieres contármelo?

—Mi...Mi...—Le cuesta hablar. Me acerco un tanto a ella y acaricio su espalda, para darle apoyo—Mi hermana.

—¿Qué?

—Mi hermana—llora—, ya no está.

Se me encoge el corazón con su voz rota.

—¿Qué le pasó?

—Se suicidó—sorbe por su nariz—. Uno de sus exnovios publicó un vídeo sexual de ella, y no pudo con ello, se quitó la vida hace unos meses.

—Yo...—No sé qué decir, estoy impactada—Lo siento, de verdad.

—Gracias—dice—. Era tan... Genial. Era una cabezota, una mandona y una cascarrabias, pero era tan real, leal y vital. No había día que no te levantaras y no escucharas su altavoz a toda hostia en el baño, mientras ella se duchaba. O que no te despertara ella a base de cojinazos—ríe—. Tenía solo diecisiete años...—menea la cabeza de un lado a otro—Era una niña, no tuvo que pasar por nada de lo que pasó.

—¿Le pasó algo al chico que publicó el vídeo?

Bufa, molesta.

—Un año en un correccional y otro año de servicios a la comunidad. La vida de mi hermana vale dos años de mierda en los que ese hijo de puta no lo va a pasar ni un poco mal. No tanto como lo pasó ella, como para llegar a hacer eso—se le corta la voz—. Y va a haber pajilleros que se toquen la polla con su vídeo, porque no tienen la decencia de borrarlo, por muchas denuncias que pongamos.

No puedo imaginarme su dolor, pero lo siento, como cada sacudida que da su cuerpo con el llanto, con la mirada pegada a la mesa llena de furia, con la forma tan dura de morderse los labios.

—No creo poder decirte nada que te de paz, lo siento.

—No, no hay nada que me de paz después de su partida. De hecho, estuve sumida en el infierno los días siguientes...—cierra los ojos con fuerza—No me gusta hablar de ello, solo lo saben mis padres, y mis amigos más cercanos, pero... La estuve viendo los días posteriores de su muerte—intento que no se sienta juzgada con mi mirada, pero no puedo evitar tener el gesto encogido de la pena—. Emm... Estuve sin dormir varios días, porque cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba. Menos mal que no fui yo quien la encontró, porque si no la imagen que se me hubiera quedado de ella no habría sido la de ella sonriente y juguetona... —sacude la cabeza—Me negué a ir a un psicólogo de duelo, más que nada porque para mí, ella no había muerto. Los días pasaban y yo seguía sin dormir, y algo le pasa al cuerpo humano cuando no duerme, y es que se vuelve hipersensible y empieza a confundir la realidad, se aleja de ella.

—No creo que sea buena idea que me cuentes esto, es mejor que no se...

—Ya he empezado—me mira suplicante—. Déjame terminar, por favor.

Con esfuerzo, asiento.

—Vale, lo siento. Continúa.

—Según lo que me dijeron tiempo después, solo hacen falta tres días sin dormir para empezar a tener alucinaciones, pero las mías aparecieron al primero. Recuerdo...—se le vuelve a cortar la voz, yo cojo aire, preparándome para lo que viene—Recuerdo que cuando la vi, salté de alegría y se me olvidó lo que había pasado: ella no había muerto, no podía haber muerto, estaba allí conmigo. Me pidió que no le dijera a mis padres que estaba ahí, y ese primer día estuvimos solo tumbadas en la cama jugando al Veo, veo. La veía súper nítida y real, pero por alguna razón nunca se me ocurrió tocarla. Ese primer día cuando fui a dormir por la noche, al cerrar los ojos me acordé de que no podía ser real, porque ya no estaba. Entonces entendí que la creaba mi mente, y decidí no dormir para poder pasar el tiempo extra que me permitiera la vida con ella. Aunque no fuera real, lo necesitaba—llora—. Acababa de perder a mi hermana pequeña, habría hecho un pacto con el diablo para volver a verla, escucharla reír, o incluso llorar.

No puedo aguantar las lágrimas, y un sollozo se escapa de mi garganta.

—Lo siento—me obligo a decir. No tengo derecho a llorar por ella.

—La veía en todos lados, hablaba con ella, me respondía, como me respondería si estuviera conmigo de verdad. Se me olvidaba que no lo estaba, pero por las noches pasaba lo mismo, caía cada vez más en cuenta que no estaba de verdad, y volvía a no dormir para poder seguir viéndola. Día tras día, fueron catorce. Al principio de la segunda semana, cada vez se me aparecía menos, casi no hablaba, y hubo un momento en el que empezó a difuminarse. Las manos, los pies, las piernas... Hasta que solo era una cara. El último día antes de que me metiera en la cama, para repetir la rutina de la última semana, me dijo que la acompañara, y me llevó a su habitación, que ninguno habíamos tocado en ese tiempo. Me hizo tumbarme en su cama con ella, aunque ya no tuviera cuerpo, y sentí como si me estuviera acariciando la cabeza. Me hizo dormirme, y lo último que recuerdo que dijo fue: Descansa, yo ya lo hago. Te quiero.

Dolor. Desconsuelo. Congoja. Calvario. Penuria. Mal.

Todos sinónimos, ninguno suficiente para describir una pérdida. Esta mujer me pidió que no revelara su nombre, pero me dio permiso para contar su historia. La de su hermana, la del amor que se procesaban. Tanto, que sobrepasó la línea de la muerte. Al menos por unos días, lo intentó.

Cerca de 800 000 personas se suicidan cada año en todo el mundo.

Una muerte cada 40 segundos.

El suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años.

Según las estadísticas de las Naciones Unidas, 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física, sexual o psicológica por parte de su pareja o expareja.

Ya que parece no ser suficiente con las palabras, con nuestros gritos, con nuestro llanto y nuestras marchas, nuestras reivindicaciones y testimonios, espero que os concienciéis un poco más mirando a los números.

Nadie debería sufrir tanto, nadie debería tener derecho de infringir tantísimo daño en otra persona.

Te acompaño en el sentimiento, os acompaño a todas. Ojalá nunca tengáis que ser ninguna de las dos partes de esta historia.

Historias de amor en navidad | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora