27: Strip-Dominó

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27: Strip-Dominó

—Tienes que dejar de hablarme con esa voz cada mañana, Finn.

—¿Con qué voz?—ríe.

—Con esa, tan ronca y tan... pornosa, joder.

Escuhco su risa y sonrío.

—Vale, entonces me espero a despertarme y ya luego te llamo.

—No...—me quejo—Mejor deja que algún día la escuche en directo, así quizás cuando la escuche al teléfono no tenga tanto anhelo de hacerlo.

Joder. Eso seguro que ha sonado mucho más intenso de lo que pretendía. Es solo que Finn me pone de los nervios de la mejor forma posible, y me pone a secas, sobre todo por la mañana, cuando después de hablar un rato por mensaje, me llama para escucharme. Y para que lo escuche, yo lo sé.

Después de estar unos segundos callado, por fin habla y yo puedo volver a respirar.

—Ven a dormir conmigo algún día.

—Invítame.

—Lo acabo de hacer.

—No, pero de verdad. Dime un día.

—El 31, nos vemos después de las doce. ¿Te parece, o tienes places?

—Nochevieja...—digo por lo bajo—No tengo planes, podemos vernos.

—Bien—sé que sonríe. Escucho movimiento—. Tengo que irme, señora escritora, suerte hoy, hablamos luego.

—Gracias, te llamo luego.

No he sido seca, es que nunca sé cómo despedirme. No sé si decirle su nombre, alguna frase graciosa o decir que lo veo más tarde. También creo que es algo por lo que no debería preocuparme mucho.

—Perdona, ¿me puedo sentar?—asiento sin ni siquiera ver quién es—Gracias.

La detallo: es una chica de veintipocos, con el pelo castaño recogido en una coleta ondulada, con las mejillas rojas.

—No es nada.

—Tú eres la escritora, ¿no?

—¿Perdón?

—He escuchado por ahí que aquí había alguien que escribía sobre la gente que le contaba historias, ¿eres tú?

—¿Cómo lo sabes?

—Me lo ha dicho un amigo—ríe—. ¿Te interesa mi historia?

—Claro, cuéntamela.

Savannah tenía una mejor amiga, y esa mejor amiga tenía un novio, y ese novio tenía un mejor amigo. Se llamaba Austin. Savannah y Austin habían coincidido muchas veces, ambas partes de las parejas los usaban como sujetavelas, los llevaban a cualquier fiesta o quedada, más que nada para que no dijeran que los dejaban de lado por echarse pareja. Pero era una gilipollez, ya no tenían quince años, tenían veintiuno, todos comprendían que no hacía falta mezclar siempre a tu pareja y amigos. Pero los mejores amigos de Sav y Austin seguían pensando que se molestarían si un día quedaban ellos solos y no los invitaban, por eso casi siempre se encontraban los cuatro, y luego Sav y Austin tendrían que apoyarse moralmente el uno en el otro porque sus amigos se habrían ido a hacer cualquier cosa. Eso pasaba siempre: quedaban inicialmente los cautro, y cuando pensaban que habían cumplido, se iban por su cuenta y dejaban que Sav y Austin decidieran si quedarse, o irse cada uno a su casa. Normalmente se quedaban, no tenían mucho de qué hablar, pero tampoco tenían nada mejor que hacer.

Eso pasó un día de diciembre de hacía un par de años: habían quedado en la casa que Austin y su familia tenían en la sierra, para pasar el fin de semana, y casualmente, a ambos amigos, a la de Sav y al de Austin, se les olvidó algo en casa. Algo, ni siquiera dijeron el qué, solo se montaron en el coche y dijeron: volvemos en un rato.

Historias de amor en navidad | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora