28: La ciudad del amor no es París

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28: La ciudad del amor no es París

Pienso en Finn, en que hace 18 días que nos conocemos, y en que en 3, vamos a dormir juntos. Me muero por eso, me muero de ganas, quiero que llegue ya. Ahora que todo con Lisa está aclarado, ahora que no me siento ni un poco culpable por haberle hecho creer cosas que no son, que he puesto mis cartas sobre la mesa, las cuales todas tienen la cara de Finn, pues parece que siento con más libertad, como si todo este tiempo hubiera tenido una pequeña raja, y ahora ha terminado de romperse, y el sentimiento de amor por Finn fluye por todo mi ser, sin tapujos, sin atajos ni impedimentos, es todo lo que siento.

—Perdona, ¿está ocupado?

—No—niego en automático para la mujer que me pregunta por la silla. Tiene cara de tener algo que decir, ¿o soy yo, que ya me he quedado trillada para el resto de mi vida?—. De hecho, puede sentarse conmigo, si quiere.

—Ay, qué linda, pero vengo con alguien—me señala a un hombre sentado en una mesa, esperándola.

—Podéis sentaros ambos—frunce el ceño—. Estoy recopilando historias de amor en navidad que la gente me cuenta, ¿os interesa?

—Ah, pues sí, tenemos una—se gira hacia el hombre con una sonrisa—. ¡Jer, ven!

Margot era una británica con una gran obsesión y cariño por París. La capital francesa no solo era la ciudad del amor, era la ciudad de sus sueños. Quizás fuera porque todas las historias que su padre había escrito estaban ambientadas en París, e interesarse por eso la hacía sentirse más cerca de él, o simplemente que le encantaba todo lo que veía y venía de allí. Se había montado más de una vez en un avión con esa dirección, había estado a punto de quedarse a vivir una romántica historia de amor con un pintor francés bohemio, pero se volvió a casa porque descubrió que, además de pintor, era un tóxico que no superaba sus traumas de la infancia porque no creía en la psicología y prefería desahogarse con sus cuadros. Muy buena terapia, pero un poco de ayuda nunca venía mal. El caso era que Margot huyó de allí lo más rápido que pudo, y se quedaría en Brighton el tiempo que le llevaría ahorrar para poder alquilar durante 6 meses un buen apartamento en un distrito de París, y luego se iría definitivamente allí. Ya había hablado con una amiga francesa que le había prometido enchufarla en su trabajo, al menos hasta que se pudiera instalar y conseguir uno por su propia cuenta.

Pero, hasta entonces no podría pisar Francia. Lo más cerca que estaría, sería la exposición de la ciudad francesa que se dio en el Museo y Galería de Arte de Brighton, la tercera semana de diciembre de 2019.

—Disculpe, señora, pero no puede entrar con la mochila.

—Oh, ¿dónde la dejo?

—En consigna—Margot no sabía lo que era eso, el guarda de seguridad sacudió la cabeza con una sonrisa amigable y se acercó a ella—- Acompáñene, que la llevo a...

Un ruido lo paralizó y los hizo abrir los ojos a ambos como platos, miraron a todos lados, alarmados, asustados. Él no sabía de dónde venía ni sabía qué debía hacer, por muy guarda de seguridad que era, no tenía ni idea de qué hacer cuando una melodía navideña saliera a toda pastilla de un altavoz en el cielo, porque él allí no veía nada. Ella no sabía a qué atenerse, se abrazó a su bolso y al brazo del hombre, que lo había puesto delante de ella para protegerla de no sabía qué.

——¡Jeremy! ¡Has sido tú! ¡Qué alegría!

Un hombre trajeado, muy alto y ancho, con una sonrisa que daba buena vibra y un gorrito de Santa se acercaba a ellos. Jeremy, el guarda, se desinfló.

Historias de amor en navidad | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora