Mario, Luigi y... ¿El príncipe Peach?

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Finn

—¡Para ser gringuito, tienes un flow arrechisimo! —levantó la voz por encima de la música— ¡¿De qué parte de gringolandia es que vienes, precioso?!

—¡Oh, no soy americano! ¡Soy europeo! —subí la voz— ¡Vengo de un pueblo llamado Cheswick en Inglaterra!

Mario, aún no estoy seguro sì fue porque se dejó llevar por la energía que inspiraba esa canción o en verdad era muy descarado, se acercó aún más a mí y rodeó mi cuello con sus brazos.

—¡Un inglés, no me sorprende! —me guiñó el ojo mientras una de sus manos acariciaba mi cabello. Sentí todos mis vellos erizarse— ¡Esos son los más papasitos del mercado!

La invitación de Mario a bailar se había alargado de una canción a cinco, el chico era muy divertido y cuando les digo que no le importaba lo que la gente opinara respecto a él, lo decía en serio. Bailaba sin restricciones e incluso podría jurarles que la mayor parte del tiempo, lo hacía a propósito para mofarse de aquellos que lo miraban y no lo conocían.

Wow. Simplemente... wow.

De pronto llevó una mano a su bolsillo y sacó su teléfono.

—¡Coñoelamadre, dejé a Margarita botada en la casa! —se llevó una mano a la cabeza con preocupación y respondió el mensaje— ¡Ay, Finnegan. De pana que no me gustaría irme, estoy gozando una bola aquí contigo pero me da vaina con mi hermana!

Sonreí amablemente.

—¡No hay problema alguno! —puse una mano en su hombro— ¡Fue divertido!

Su mirada se volvió traviesa.

—¡Espero que no creas que ésta será la última vez que nos veamos, ¿O sí?! Hay mucho de Finnegan Harries que me encantaría conocer —tocó la punta de mi nariz juguetonamente y luego me extendió su teléfono— ¡¿Podrías prestarme el tuyo?!

Asentí y le hice seña con la cabeza para que nos alejaramos un poco del ruido, ya estaba sintiendo irritada la garganta de tanto gritar por encima de la música.

Cuando por fin estuvimos cerca de la barra, le extendí mi teléfono para intercambiar números.

—Cuando quieras divertirte, ya sabes a quién llamar —me devolvió mi teléfono y luego de guardar el suyo, se acercó y dio un beso en mi mejilla— fue un gusto, cariño.

Y se fue así sin importar dejarme estático en mi lugar.

Wow...

En verdad, ¿Cómo lo hacía? Me acababa de demostrar los cojones que tenía para hacer lo que le daba la gana, porque le daba la gana y donde le daba la gana sin importar lo que los demás opinaran acerca de él y su orientación sexual.

Toqué mi mejilla aún sintiendo su tacto. Cuando sea grande, quiero ser como él.

—Mierda, Harries... —suspiré hondamente— ¿Cuándo te volviste un imán de conquistas?

Recibí el trago que me ofreció el barman y le di una probada.

—Nawebona, fíjate que justo ahora estaba pensando la misma vaina.

Me ahogué con el whiskey. Les juro que casi se me salía un hielo por la nariz.

Empecé a toser fuertemente.

—¡¿Luigi?! —chillé al ver que no era un espejismo de mi maldita consciencia— ¡¿Qué mierda haces aquí?!

—Conozco a Brenda —¡No puede ser! ¿Ahora todos conocen a Brenda?— y si estoy aquí es porque ella quiso que viniera pero si hubiese sabido que te iba a encontrar aquí, mejor me hubiese quedado en la casa con mi mamá hablando paja de mi tía Eleonora.

Just The Way You Are || Dylan O'Brien #VGA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora