Capítulo 3

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Esa mañana en particular, tenía muchos pendientes uno de ellos y quizás el que más me inquietaba era visitar a Klain, quien decía tener algo de suma importancia que decirme. Solo que mi ruta se vio truncada por una patrulla que me detuvo, una vez más y por enésima vez en lo que iba del año.

—¿Puede bajarse un instante? —me pregunta el policía que minutos antes se ha bajado de la patrulla.

—No excedí la velocidad, creo que voy en la permitida —me defiendo y el uniformado me ignora.

Suspiro al saber que de nuevo estoy en la misma situación, pensé que todo había quedado claro desde la última vez, pero es obvio que no es asi. Solo espero que esta vez, no necesite llamar a Klain y que el documento que me ha entregado sea suficiente para estos dos. 

—Shark Dewand Benally —empieza a leer mis documentos, mientras que por radio da mi número de identificación. —al auto por favor —  me señala un lugar y obedezco, no sin antes notar que el otro oficial lleva su mano a la pretina en donde tiene el arma.

Me apoyo en el capo, abro las piernas y estiro las manos en el techo del auto, no sé si es mi apariencia que les resulta sospechosa o era ya parte de su rutina, esos infelices hacen siempre lo mismo, saca del bolsillo de mi chaqueta el móvil y las llaves de la clínica y las deja en el capo.

—No me ha dicho que he hecho...

—Rutina señor ¿Tiene mucha prisa?

—¿Algo que ocultar? —habla un segundo y mira mi camioneta, niego mientras me alejo de ella.

—Es la segunda vez en menos de una semana, estoy empezando a preocuparme... Y pueden revisar —señaló mi camioneta y miro mi móvil —¿Puedo hacer una llamada? —los oficiales sonríen y se miran entre sí.

—No está bajo arresto señor... Dewand —me responde entregándome mi móvil y le envío la dirección a Klain, junto con la nota de siempre.

"Otra vez".

—Se cómo acabara esto, solo me estoy adelantando a los hechos — respondo y recibo como respuestas un emoticón sonriendo.

Revisan el auto y luego me miran un instante, la radio le dice que estuve preso por el asesinato de mi esposa e hijas pero que salí en libertad por falta de pruebas. Algo que no escuché, pero que ellos fueron muy amables en repetirlo. Las faltas de pruebas no es lo mismo que ser inocente y recibo una pequeña clase de leyes, que escucho en silencio y sin refutar, la experiencia me dice que de esa manera saldré más rápido de esa situación. Una vez deciden callarse, busco en la guantera del auto el documento que Klain me entregó días antes y el que dice soy un hombre inocente, que el asesino de mi esposa confesó antes de suicidarse en prisión. La leen rápidamente y me la entregan doblaba de la misma manera que la recibieron.

—Espero logre solucionar esto, no es nada fácil para uno que alguien ande por allí con tu mismo rostro y sea delincuente —ignoro esto último y lo tomo como las escusas de esos dos para evitar aceptar que me detuvieron injustamente.

Llevaba años en la ciudad, no me hacía acostumbrado a ella y dudaba que algún día lo hiciera. El ruido incesante de los vehículos, la contaminación, el esmog, la violencia diaria, muertes, asesinatos y demás, hacían que mi corazón se arrugase a un más. Ese sábado en particular, fui solo para pagar los sueldos a los empleados y visitar a Klain. Tenía ingresos, no para vivir de ellos, pero si para que la clínica se mantuviera y algunas personas hacían aportes mensuales, lo que ayudaba para pagar a empleados. La venta de algunos animales, comida y objetos, para mascotas, ayudaba en gran medida a mantenerse a flote.

—Doctor, pensé que era su día de arquitecto —la voz de Mont me detiene en la puerta de la clínica y asiento.

—¿Cómo sigues? —le pregunto pues hace unos días estaba bastante apagada.

CONFUSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora