Capítulo 7

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Miraba el reloj de pared, cada cierto tiempo, Shark tenía que haber llegado de esa entrevista hace rato. La posibilidad que algo le hubiera ocurrido me llenaba de incertidumbre. Debí insistir más, April se había dormido esperando el cuento de Shark de todas las noches y ese extraño calendario lunar, en el que tachaban ella y su amigo, cada cambio de luna. Estábamos en el balcón, la noche estaba clara y la ciudad tenía esa noche un toque mágico, o quizás soy yo, que todo lo veo perfecto.

Llevé a mi niña a su habitación, la cubrí con su manta de winni favorita y observé su rostro redondeado dormir. Desconocía, porque si su familia había muerto, había organizado dos cuartos para niñas. Pero lo había hecho, la habitación matrimonial, con las cosas de lo que imaginaba era su esposa, incluso su ropa. Era una mujer hermosa, tenía que admitirlo, ella y sus hijas lo que hizo Roy fue una salvajada. La cama de sábanas rosadas y los diversos juguetes, pero era la muñeca de cabello morado, preferida de mi hija.

Salgo de la habitación y dejo la lámpara de la mesita encendida, porque sé que apenas escuche la voz de Shark saldrá de la habitación. El apartamento era lujoso, nada que ver con el sitio en donde estaba situado, en estrato popular o el viejo edificio que parecía caerse a pedazos. Muebles, jarrones, fotografías familiares de él y su esposa o con una mujer cuyas facciones tan similares a él, me hacían creen que era su madre o alguna familia, era la foto un tanto antigua, con un Shark más joven de quizás unos 15 o 17 años, con un brillo en los ojos único.

De hecho, en casi todas las fotos tiene el mismo brillo, uno que ya no tiene, pues mira a todos con rabia y un dejo de indiferencia. Era una pena que toda esa alegría, se hubiera ido con su familia. Llego hasta la terraza, me siento en un sillón que hay en él, tomo la manta que Shark ha dejado allí la noche anterior y cierro los ojos.

—Jade, Jade —abro los ojos al escuchar la voz de Shark y lo encuentro a centímetros de mi rostro. —¿Qué haces allí? Estás helada.

Se sienta a mí lado y frota mis brazos con sus manos, lo hace tan mecánico y tan carente de cualquier acto íntimo que no llega a incomodarme.

—Te esperaba —confieso —April se cansó de esperarte con ese calendario. — la sonrisa que me devuelve me hace quedarme viéndolo por unos minutos.

Tiene el rostro anguloso, nariz perfilada, ojos de un azul intenso, en un cuerpo bien formado y bronceado único, todo eso y un magnetismo único. Se da cuenta de mi interés, no dice nada, lo que ocasionalmente, hace que mi incomodidad aumente. Se limita a verme con esos extraños ojos celestes, y me es imposible mirar a otro lado que no sea él. Sé que no hay interés en él, hacia nadie, el mismo lo dijo la noche anterior, con la muerte de Agatha y las niñas, murió para él también la capacidad de amar a otra mujer.

Me aclaro la garganta y bajo el rostro, recuerdo que prometí mostrarle todo sobre Roy. Tenía que hacerle entender, lo que dije era cierto, tomo los documentos y se los entrego, junto con las fotos de mi matrimonio, y las de noviazgo. Solo entonces, baja el rostro y observa los documentos, dura bastante tiempo viendo las fotos de Roy vestido como él, abrazándome y en otras besándome. El acta de matrimonio también es otro que observa con atención.

—Es legal —señaló el acta —averigüe como me lo pidió, legalmente estamos casados. Pero si no es su firma, sólo tiene que demostrarlo y todo se cae. —asiente, mientras mira las demás fotos, es imposible, saber que piensa.

Tiene el rostro serio observando leyendo y escuchando mi relato de cómo lo conocí. Que llegué a este país de vacaciones, conocí a Roy o Shark en una de esas ferias ganaderas en el paso. Le mostré la ropa que Lucía ese día, nos habíamos tomado una fotografía de nosotros dos juntos. Viaje de Canadá a el paso, en unas vacaciones de junio, jamás había estado en América.

CONFUSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora