Capítulo 8

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David... 

Meses después…

—No hay tráfico hoy Ezra —le digo a mi mejor súbdito y el hombre sonríe.

—Pedí el reporte de las calles pocos transitadas, mi señor — me responde —pero de alguna manera sus feligreses se las arreglan para saber dónde estará.

—Es mi padre que les dice, dónde estar su hijo Ezra —le respondo.

—Amén —responde a coro, los que van conmigo en mi limusina.

Han pasado muchos meses desde la última vez que estuve en esa ciudad, ella es una de mis preferidas y no solo porque fue la segunda que me acogió como lo que era El Iluminado, sino porque era la casa de una de mis esposas.

Brianna, mi bella Brianna la mujer que ha hecho todo esto posible, gracias a ella estoy en el punto máximo, en la sima, para ellos soy Dios...

¡Yo soy Dios! Digo mentalmente.

Observo a la gente de lado y lado de las estrechas vías, con pancartas y rosas que van lanzando hacia mí. La multitud vitorea mi nombre una y otra vez, hacen un camino de rosas a medida que el vehículo avanza hasta llegar a las puertas del templo. No necesito de escoltas, el hijo de Dios no lo necesita, contrario al primero, yo soy amado.

Vestido con una túnica blanca, con rastros dorados y sandalias atravieso el templo, el silencio que se instala en el lugar es tanto que, si llega a caer un alfiler podría escucharse. Caen de rodillas, a medida que voy avanzando y empiezan a llorar, escucho sus lamentos. Puedo escuchar sus pedidos, sin siquiera abrir sus labios, son seres básicos y todos quieren lo mismo, dinero, salud, el amor de X o Y persona.

—Los bendigo hoy y siempre, —empiezo a decir —su cuerpo será salvo y mi padre los recibirá con los brazos abiertos. Con estar aquí hoy y adorarme lo han conseguido, recuerden que sus bendiciones son del mismo tamaño de su amor a Dios —les digo a todos.

Los veo levantarse, meter mano en sus bolsillos y dejar dinero en las urnas que hay en cada banca. Eso es el paraíso, dinero legal, sin matar o robar a nadie, hace muchos años me esforzaba, cuando tenía la solución en mis manos.

—Está cansado señor, si desea yo presido el servicio —me dice Ezra, besando mis manos.

Decido que no es mala idea, tengo muchas ganas de ver a la que sería mi nueva esposa, estoy deseoso que la noche llegue, muero por eso.

—El de esta noche lo haré yo, prepara todo que será especial —le digo dando media vuelta. — recuerda que hoy hay boda. —digo ya frente al altar.

Me arrodillo frente a él, no hay nada en ella, ni rosas, sirios o imágenes, ellos no necesitan adorar imágenes, eso es pecado, porque solo pueden adorar al señor o a su hijo. Detrás del templo esta mi casa, como en todos los otros templos, en ese lugar es el hogar de mis esposas, hay diez templos alrededor de la ciudad y el mismo número de esposas.

Avanzo hacia allí y me reciben mis tres hijos, mi esposa y mis empleados, sonrío y extiendo mis brazos, aunque ellos no pueden abrazarme, no si no es mi deseo, de la única que quiero y algo más que un abrazo es de la chica de ojos verdes que esta ante mí.

—Señor—dice Brianna arrodillándose y besando mis manos, lo mismo hacen mis dos hijos —Honrada estoy por que ha decidido visitar a su sierva.

Retiro la mano rápidamente y la limpio por inercia, mientras mi mirada viaja al comedor que ya está servido.

—¿Tengo hambre que hay de comer? —doy media vuelta dejando a la mujer allí de rodillas y a mis hijos.

Sé que no se levantarán hasta que yo no de la orden, asi que amplio mis saludas, para que sepan, quien manda. En esa iglesia tengo tres hijos, dos varones y una niña, los varones serán mis discípulos y la niña mi futura esposa, mi hija mayor, que hoy cumple 19 años, desde ya se deslumbran que será una mujer hermosa.

CONFUSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora