Una mirada fue suficiente para que el mundo de Elisa empezara a girar en torno a él. Con solo unas palabras, Elisa comprendió que una ilusión podía nacer en segundos y consolidarse en horas. Al terminar el día, ella sabía que estaba enamorada de él. Al concluir el verano, el amor y el dolor fueron tan reales que había solo una cosa clara en su mente y en su corazón: nunca volvería a amar así. No en esta vida, porque era él. Siempre sería él. Solo Adam.