Si cierro los ojos, aún puedo sentir, en la oscuridad, tus dedos deslizándose por mi piel de forma silenciosa. Con la promesa de la expectativa, el brillo en tu mirada que rozaba la picardía. Tu boca con el gusto a whiskey y arrepentimiento, ese que me avisaba que me estaba equivocando en entregarme a ti. Mi mente y mi cuerpo batallaban por distintos objetivos. Te encantaba, amabas tenerme a tus pies y poder hacer lo que deseabas conmigo. Contabas los rastros húmedos previos a la estocada porque disfrutabas mi frustración y querías. No, demandabas que yo te lo pidiera. Querías dominarme, hacerme ver que solo te pertenecía a ti y que era nada más que una propiedad, que cada aliento proveniente de mi pecho tenía tu nombre grabado. -Dime que quieres. -Decías, colocando un dedo sobre mis labios ya hinchados. -Dímelo. Con la cabeza dando vueltas y el corazón acelerado pude contestar, jadeando mientras en un susurro te hice feliz y aquella parecía ser mi única verdad. -Te quiero a ti. 18/01/2020 • PROHIBIDA LA COPIA DE ESTA OBRA. REGISTRADA BAJO DERECHOS DE AUTOR.