Aidén nunca fue un héroe. Su mundo, rodeado de muerte, no daba espacio para actos de bondad ni para sentimientos de ternura. Él vivía en las sombras, liderando con puño de hierro un imperio que muchos temían y pocos comprendían. Y él estaba en paz con eso. Su vida no tenía lugar para complicaciones emocionales... o al menos, así había sido hasta el día que ella apareció. Emma irrumpió en su vida de forma tan inesperada como un rayo en una noche sin tormenta. El misterio de su pasado, esa desaparición de más de dieciséis años, la convirtió en una figura cautivadora y frágil al mismo tiempo. Cuando la vio por primera vez, junto a su primo Lucas, algo en ella le desconcertó. Parecía una persona atrapada entre dos mundos, uno que nunca había conocido y otro al que ya no pertenecía.