Miércoles, 24 de febrero de 2021
El plan de Selim era arriesgado, demasiado, pero cuando Luck lo escuchó supo que era la única oportunidad de salir de ese lugar, salvarse y huir tan lejos como pudieran; o podían morir en el intento. No se paró a pensar en todos los detalles inconclusos porque quería creer con todo su corazón que podía ser libre, ignorando lo demás.
—Primero debes recuperarte un poco como para que me puedas ayudar —acotó Selim, resuelto a llevar a cabo lo que en su mente venía planeando desde hacía varios días.
—No sabes lo feliz que estoy de que hayas regresado a ser tú mismo, y por fin dejaras de llorar por ese niño —expresó Luck con una sonrisa sincera para él, pero que a Selim le provocó golpearlo.
—Si quieres que eso siga siendo así, no vuelvas a mencionarlo. Ya te lo he dicho, ni siquiera tienes derecho a pensar en él —habló con el tono de voz más amable que pudo obligarse a poner, aunque no dejó de ser una clara amenaza—. Mañana, después de la última comida que nos den, lo haremos, si no me equivoco, para ese entonces el sol debería estarse ocultando. Siguen un patrón para traernos comida que parece aleatorio, pero en realidad se repite cada cinco días...
—Será más fácil huir de noche —concedió Luck, dejando que su amigo fuese el que calculara tiempos porque él no había sido capaz—. Liberaremos a los demás y nos largamos.
—No seas idiota —reclamó Selim por lo absurdo de la idea—, de milagro saldremos vivos nosotros, ellos serían una carga.
—¿Los abandonaremos?
—No me digas que te importan... tenemos más oportunidad de ser libres solos, ¿prefieres arriesgarnos por cuatro perros falderos de tu manada? —Esas palabras convencieron a Luck porque, en realidad, nunca apreció a esos alfas como sus amigos, el único cercano para él era Selim.
Mientras ese insensato plan se gestaba en la penumbra, Elisa volvía a la mansión. Se había demorado un par de horas más de lo que le había prometido a Elías que iba a tardar; había ido a su casa en la que había vivido muy poco, pero que amaba con todo su ser, la paz que se respiraba en ese lugar contrastaba demasiado con el infierno que ahora vivía con su hermano. Por ello, había querido descansar un momento en su suave cama y se había quedado dormida. Ahora se sentía culpable por, según ella, haber sido egoísta. Se había cargado a sí misma con la enorme responsabilidad de cuidar a Ethan veinticuatro horas al día. Disfrutar de un momento de tranquilidad le pareció injusto cuando él vivía horrores inimaginables y llenaba su corazón de odio, tristeza y dolor.
—Bienvenida, señorita —saludó un guardia, un chico beta muy joven que Elisa nunca había visto.
—¿Mi hermano?, ¿está en su habitación?
—El señor Ethan se encuentra en el baño de empleados, con la señora Mariana —respondió el guardia, señalando la dirección—, llevan ahí un tiempo considerable —añadió despertando la preocupación de Elisa, quien corrió para ver qué sucedía. Encontró a Ethan de rodillas sosteniéndose del filo del váter, con Mariana sobando su espalda mientras devolvía el poco contenido de su estómago.
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El Lazo Roto
RandomPrimer libro de la saga MALDICIONES En un mundo donde los Alfas rigen su imperio por encima de todo y los Betas solo aceptan esa realidad, la casta considerada inferior a todas: los Omegas, son quienes deben someterse y sufrir bajo el cruel e injust...