La Pareja Perfecta

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Jueves, 25 de febrero de 2021

25 días después de la noche maldita.

Poco antes de que Selim llevara a cabo su estúpido plan, que solo estaba funcionando por algún milagro o porque en la casa no había más que guardias inexpertos, además de la ausencia de Elías, aunque más que todo porque Kenny, el escolta mejor capacitado, no se encontraba para vigilar todo, Sergei tuvo un mal presentimiento. Alertado desde antes por Yarine, que le había encargado estar muy al pendiente de Ethan, decidió hacerle caso a la fea sensación en su estómago y asegurarse de que de verdad este se encontraba bien. Después de todo, su padre siempre le había dicho que confiara en su instinto. Tocó varias veces, pero no obtuvo ninguna respuesta.

—Señor Ethan, con permiso, voy a entrar —anunció, pero de nuevo, sin respuesta. Así que solo abrió la puerta y pasó—. ¿Señor Ethan? —No estaba en ningún lugar de la habitación, pero escuchó el agua caer de la ducha. Avergonzado, creyó que solo se estaba dando un baño y él había actuado con poco decoro al entrar así.

De pronto un ruido estridente lo detuvo antes de salir. Fue como si algo de vidrio se estrellase contra el suelo y se rompiera.

—¿Señor?, ¿se encuentra bien? —preguntó tocando la puerta del cuarto de baño—. Abra la puerta por favor. —Estaba puesto el seguro—. Si no abre tendré que tirar la puerta.

Al final tuvo que cumplir con la advertencia de forzar la puerta, porque Ethan no respondía. Rompió la cerradura de una patada. Al abrir, lo vio sentado en el frío suelo de baldosa, bajo la lluvia de la regadera. A su lado, un jarrón de porcelana blanca, que antes había sido hogar de una linda planta, estaba roto en el suelo, la planta tirada y la tierra siendo llevada al desagüe por el agua. Ethan portaba en su mano en pedazo filoso del jarrón, lo apretaba tan fuerte que se estaba cortando la palma de la mano, la sangre manchaba el agua de rojo. Amenazaba con cortar su muñeca.

—¡Señor! No lo haga —pidió Sergei, intentando calmarlo—. Deme eso por favor. —Se acercó a él en cuclillas, cuidando de no cortarse con los trazos del jarrón—. Suéltelo. — Ethan parecía perdido, como si ni siquiera notara la presencia del chico.

Hizo ademán de cortarse y Sergei tuvo que intervenir, intentó ser cuidadoso, pero forcejearon hasta que pudo hacer que soltara el fragmento, recibió pequeños cortes en sus manos, pero nada grave. En cambio, Ethan sangraba abundantemente.

—Debemos curar eso, déjeme ver. —Quiso examinar la herida, pero Ethan se alejó de inmediato.

—No me toques, aléjate de mí. —Sergei pudo notar que estaba fuera de sí, tal vez teniendo un ataque de pánico. Lo único que se le ocurrió fue mantener la distancia y alzar las manos para mostrarle que no le haría daño—. ¡Te mataré! ¡Los mataré a todos! Malditos alfas... —Ethan abrazó sus rodillas y escondió la cabeza, mientras seguía murmurando y maldiciendo.

Sergei supo que él no debía tocarlo o intentar moverlo, porque sería peor. Por ello llamó a Yarine al celular para que nadie más lo escuchase por el intercomunicador. Hasta que llegara, cerró la llave de la regadera y recogió un poco el desastre del suelo, para evitar que alguien más se lastimara.

—¿Qué pasó? —preguntó Yarine, agitada por subir corriendo. Enseguida acudió a calmar a su jefe.

—No lo sé, lo encontré así. Ayúdalo —pidió Sergei preocupado.

—Es mejor que te vayas, yo me encargo. —Yarine hizo que su compañero saliera de la habitación para que Ethan se sintiera más cómodo—. Joven, está teniendo un ataque de pánico —le habló con la voz tranquila, aunque por dentro estaba tan nerviosa como Sergei, aun así intentaba recordar el procedimiento a seguir en una situación así—. Es un momento muy desagradable, pero prometo que pasará pronto. —Evitaba tocarlo, aunque quisiera abrazarlo, no debía hacer nada que pudiera alterarlo más. Ethan la miró—. Escuche, es muy importante que intente respirar más despacio. —Ella comenzó a respirar de la forma en que Ethan debía hacerlo y él la imitó—. ¿Puede contar hasta diez? —Él siguió las instrucciones y poco a poco pudo calmarse—. Debemos salir de este lugar, ¿me permite ayudarlo a levantarse?

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora