Tres Metros Bajo Tierra

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Martes, 15 de septiembre de 2020

Ethan era casi arrastrado por Mario, quien lo sujetaba del brazo con más fuerza de la necesaria para sacarlo del edificio. Las clases de ese día ya habían concluido, se las había perdido por estar encerrado con Selim en el pequeño closet del bedel.

Los cinco cruzaron la puerta de salida del edificio de su facultad; gracias a la luz del potente sol en su rostro, Ethan pudo salir de aquel trance en el que se había sumergido por la extraña situación.

—Mario ya suéltame —pidió sacudiéndose bruscamente del agarre, no iba a permitir ser tratado de esa manera tan tosca, ni siquiera por sus amigos.

—Lo siento —se disculpó Mario soltándolo—, no me di cuenta...

—Ethan... ¿ese idiota te hizo algo? —preguntó Isabela, él negó con la cabeza.

—Estábamos tan preocupados —exclamó Adrián entregándole su mochila, no se había acordado de ella, de que la había dejado en la clase cuando lo habían sacado a la fuerza—. Cuando Isabela nos dijo que eras un omega... —Adrián no pudo terminar la frase al notar la cara de asombro de su amigo.

—¿Se los dijiste? —reclamó Ethan a Isabela—, me prometiste que...

—¡Lo siento!, entré en pánico... —se excusó ella.

—No es bueno hablar aquí —apuntó Marco—, vamos a un lugar más privado. Te lo explicaremos todo.

—De acuerdo, vamos a mi casa —sugirió Ethan.

El grupo aceptó ir a su casa, él avisó a su tío, quien no tuvo ningún problema en aceptarlo, aunque lamentaba que no iba a estar ahí para verlos, pues tenía una reunión importante de trabajo.

Ethan decidió ir con Mario en su auto, en parte porque estaba molesto con Isabela por revelar su secreto y además porque quería hablar con Mario a solas. Isabela fue en su auto y Marco llevó a Adrián en el suyo, todos siguiendo a Mario para no perderse.

—Sigue recto por aquí —indicó Ethan, guiando a Mario por una avenida amplia, poco transitada, con autos lujosos y extravagantes—. Mario... ¿puedo preguntar algo?

—Claro —respondió el beta con tono amable, mirando al frente para no chocar.

—Conoces a Selim, ¿verdad?, lo noté por la forma en que se hablaban hace un rato.

—Sí, lo conozco bien, es un idiota desde que era un cachorro.

—¿Se conocen de pequeños? —interrogaba Ethan, puesto que deseaba conocer más de aquel alfa con el que su omega se sentía tan bien.

—Él siempre ha sido amigo de Luck, prácticamente desde que nacieron, sus familias son amigas —explicó el beta haciendo expresión de desagrado, como si contara una engorrosa historia—. ¿Por qué el interés en ese idiota?

—Por nada... solo curiosidad —respondió Ethan, intentando ocultar su nerviosismo.

—No será que te gusta, ¿o sí?

—¡Claro que no! —exclamó molesto—. Gira a la izquierda, ¡ahora! —gritó forzando a Mario a hacer un brusco giro que los otros conductores detrás de él resintieron—. Lo siento, casi se me olvida que debía guiar. Es ahí —indicó su enorme casa.

Los tres autos llegaron a casa de Ethan y estacionaron en el gran subsuelo que fungía como garaje. Al entrar en la casa todos quedaron maravillados con el lujo que ostentaba aquel hogar y con la atención de sus empleados, como el ama de llaves que les recibió.

—Jóvenes espero que hayan tenido un viaje seguro y cómodo. Por favor pasen, ¿les ofrezco algo de beber? —dijo amablemente la señora Mariana, abriéndoles paso para que ingresaran en la blanca y reluciente casa.

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora