Nero

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Viernes, 30 de octubre de 2020

La noche antes de la boda de Elisa, Ethan y sus amigos ya se habían instalado en el hotel, Elías les había reservado una habitación para cada uno, en uno de los mejores hoteles de la Isla Nero, cada una de ellas perfectamente amueblada y con vistas al mar, en el penúltimo piso del edificio. Excepto para Ethan, su habitación se encontraba en el nivel más alto y él era el único inquilino de todo el piso.

—¿Enserio dormirás aquí? —preguntó Isabela, incrédula al ver el tamaño de la suite, su propia habitación le había sorprendido por su lujo, pero lo que ahora veía estaba más allá de sus más grandes expectativas.

—¡Oh, Dios!... —exclamó Ethan, dejando escapar un suspiro de frustración—. Supongo que esta es la definición que mi tío tiene de "habitación modesta". Es una locura.

—Es maravillosa, creo que tiene dos habitaciones... Así que esto es lo que llaman suite presidencial, solo la sala es inmensa —señaló ella, analizando todo a su alrededor—. Lástima que estarás algo lejos de nosotros.

—¿Te gustaría quedarte aquí, conmigo? O, mejor, tú te quedas y yo voy a tu habitación —propuso Ethan como broma.

—No, me sentiría muy incómoda aquí, prefiero quedarme donde estoy. Además, no seas grosero con tu tío y acepta la suite, debe ser muy costoso alquilar este lugar —lo exhortó Isabela e Ethan sabía que ella tenía razón—. Dejo que te instales, ya es algo tarde y mañana tendrás un día agitado, debes dormir.

—Gracias por acompañarme, descansa también. Es una lástima que tu novio no haya podido venir.

—Tenía trabajo... hubiera sido lindo tenerlo aquí. Bueno... nos vemos, señor presidente —se burló la chica y salió de la suite.

Ethan se puso a explorar el lugar, efectivamente tenía dos habitaciones con baño privado cada una, un comedor y una terraza con jacuzzi, además de la gran sala con una televisión enorme. Se sentía por completo fuera de lugar, había crecido rodeado de lujos, pero nunca se había sentido cómodo con ello, creía que nada de eso le pertenecía. Todo era de su tío, él no tenía nada y por eso estudiaba, para poder pagar su propia vida, una vida modesta y simple, es todo lo que deseaba.

Intentando ignorar la excentricidad de su entorno, se dio una ducha, eligió una de las habitaciones y se acostó para dormir; mañana debería soportar asistir a la boda de Elisa que, aunque lo ilusionaba verla contraer nupcias, le molestaba estar rodeado de tantas personas acaudaladas y presumidas, como por ejemplo: los Werner, excluyendo a Mario.

Al día siguiente, los cinco amigos se reunieron para desayunar en el restaurante del hotel, y planear su día.

—Hagamos algo, todos juntos, antes de la boda —propuso Adrián.

—Podemos ir a la playa, la boda comenzará a las cinco de la tarde. Tenemos tiempo —comentó Ethan.

Todos aceptaron el plan y, después de terminar con su exquisito desayuno, se cambiaron de ropa a sus respectivos bañadores. Los chicos usaban pantalones cortos y una sudadera, e Isabela un bikini blanco con un suéter ligero para cubrirse.

Se divirtieron jugando en el agua, relajándose bajo el cálido sol, admirando una de las vistas más hermosas del mundo: el mar más azul y puro que se podía encontrar en el Atlántico, un paraíso de alegría y paz.

Cuando dejaron de nadar decidieron recorrer los animados stands que se extendían por toda la cercanía de la playa en busca de turistas. Compraron recuerdos y probaron la comida del lugar. Hasta que se toparon con una tienda de aspecto peculiar, cubierta de una lona de ceda roja y decorados dorados, aparentando misticismo.

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora