Desaparecido

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Lunes, 1 de febrero de 2021

Cuatro de la tarde, la noche maldita estaba por comenzar.

Con temor la mujer tocó la puerta, cosa que antes ni siquiera hubiera tenido que hacer, pues era libre de entrar cuando fuera necesario; tal confianza se le había otorgado porque nunca pecaba de imprudente o inoportuna, sabía en qué momento su jefe deseaba verla y cuándo era mejor dejarlo solo.

Pero todo aquello se había terminado cuando había decidido desobedecer una simple orden, cuando había dejado escapar a Ethan y no lo había reportado; ahora el gran Jefe la trataba como a una empleada cualquiera.

Suspirando para infundirse valor, golpeó con suavidad la puerta de roble, enseguida recibió el permiso de ingresar.

—Señor —saludó con una ligera reverencia.

—¿Qué quieres? —contestó el hombre sin mirarla, envuelto en documentos, con su típico tono frío; eso le dolía a ella, ya que lo adoraba como nadie más.

—Siento molestarlo, señor Elías, pero el joven Ethan aún no ha llegado, debía estar en casa hace una hora.

—¿Y? Seguro se quedó con sus amigos o con ese niño alfa —dijo Elías. Solo con pensar en ello, que su sobrino ya no se encontraba bajo su estricta vigilancia, le hervía la sangre—. No me molestes con eso, ese niño hace lo que se le da la gana. Debe haber ido a alguna fiesta, ya vez que le gusta eso. —Recordaba que, varias veces en menos de un mes, Ethan había llegado a casa muy entrada la noche, con olor a alcohol, aunque nunca ebrio.

—Dudo mucho que lo haga esta vez, está en exámenes —insistió Mariana—. Y ante todo, el joven es muy responsable con sus estudios.

—Pues entonces se quedó estudiando con sus amigos, sabes que le gusta dárselas de maestro para los ignorantes.

—No lo sé, tengo un mal presentimiento —comentó y Elías dejó todo lo que estaba haciendo para mirarla, estaba furioso.

—¡¿Presentimiento?! —gritó golpeando el escritorio, la mujer ni se inmutó, esperaba una reacción parecida—. ¿Crees que eres su madre?, ¿quién diablos te crees? Solo eres una empleada más en esta casa.

—Conozco mi lugar, mi señor, pero yo vi crecer a ese niño desde que llegó a esta casa, claro que lo quiero como a un hijo. Además, tiene su sangre, aunque no la mía...

—Cállate, creí haber dejado claro que no quiero que ese tema se pronuncie en esta casa. Que tú lleves mi sangre no me importa nada, mejor dicho, odio que yo provenga de alguien como tú. —Aquellas palabras fueron como un puñal en el corazón de una madre, aunque ella ya había escuchado las mismas demasiadas veces. Sin embargo, ahora, no le interesaba que su corazón se rompiera, no tenía tiempo para eso.

—Hay algo que no sabe —alegó volviendo al tema de Ethan—. El joven me pidió que no se lo dijera, pero ahora es necesario. —Él la miró impaciente—. Cada vez que sale, con sus amigos o con Selim Aslan, incluso cuando va a la universidad, él me avisa su hora de llegada y nunca ha demorado más de veinte minutos del tiempo establecido.

—¿Por qué hace eso? Creí que quería hacer lo que deseara, sin rendirle cuentas a nadie.

—Un niño que ha vivido vigilado y protegido desde muy pequeño, es normal que le asuste un poco ir solo por el mundo. Pero eso no importa, lo imperativo es que ha pasado una hora desde el tiempo en que debería haber llegado y no contesta su teléfono. —Elías intentó llamarlo él mismo, sin éxito, el celular de Ethan mandaba directamente al buzón de voz, estaba apagado.

—Manda a Iván y a los guardias a la universidad para que lo busquen. Que lo encuentren como sea, pero con discreción —ordenó casi histérico, a este punto Elías ya había entrado en pánico; el mal presentimiento de la mujer, ahora él mismo lo sentía—. Haz que Kenny venga a verme ahora mismo.

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora