Destino Decidido

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Viernes, 26 de febrero de 2021

El mundo grita anunciando que vive. El cielo saluda a quien abre los ojos. El sol les da la vida. El viento guía los destinos. Y el tiempo es el alma de este mundo. Sin embargo, ni todos ellos juntos son capaces de hacer lo imposible: luchar contra la maldad del ser humano. Por ello los destruidos no disfrutan de las maravillas de estar vivo. Para un herido hasta el cielo más hermoso se tiñe de pena.

Hace mucho que un sueño tranquilo no era disfrutado por Ethan, de descanso total, sin sueños ni pesadillas. Le fue extremadamente reconfortante, pero, como todo lo bueno en el mundo, terminó.

Abrió los ojos, un luminoso día lo saludaba en su cuarto. Lo primero que notó era que estaba solo y murmuró, aún adormilado:

—Selim... —Extendió, inconsciente, la mano hasta donde antes había estado su soulmate, anhelante por tomar su mano, solo una vez—. ¿Fue un sueño? —se cuestionó. No sentía ni la presencia de Selim y tampoco su olor, como si alguien lo hubiera arrancado de la habitación. Se incorporó hasta sentarse, para ello se apoyó con la mano herida —¡Ay! —exclamó por el dolor que se causó—. Pues no fue un sueño —confirmó al ver su mano vendada. Todos los recuerdos de la tarde y noche anteriores, desde que había mirado el horrido video, llegaron de pronto como un remolino violento.

«Mierda, ¿cómo fui a hacer eso?», se recriminó. «¡Qué estupidez!».

«¿Torturarnos con esa maldita grabación? Concuerdo», su omega reprochaba la falta de sensatez de Ethan.

«Sí, eso y... ¡¿Cómo mierda se me ocurrió permitir que Selim se quedara aquí?! Que me tocara... Debo estar loco. No. Eso fue tu culpa», acusó Ethan.

«Era eso o tomar las cortinas y colgarnos», alegó el ente lobuno. «Lo hice porque ya no podía soportarlo», el tono con el que le hablaba cambió, ahora era más serio, reflejaba sufrimiento. «Sabes que él es lo único que puede calmarme y a ti también. Una vez te dije que tú eres lo más importante para mí y así es; por eso lo hice, para salvarte. Ayer querías morir».

Ethan no respondió más, pero sabía que él tenía razón. Ayer pensaba en terminar con todo de una vez. Solo esperaba a que Yarine lo dejara solo. Esos sentimientos seguían latentes, mas, ahora podía pensar con mayor claridad las cosas. También se sentía mucho mejor, como no había sido desde hacía mucho tiempo. Estaba de buen ánimo, en lo que cabía.

Miró el reloj y se dio cuenta que eran las nueve de la mañana. Había dormido más de ocho horas seguidas, un gran logro. Unos ligeros ruidos, provenientes del cuarto de baño, lo sacaron de sus pensamientos.

—¿Yarine? —preguntó. Ella era la única con autorización de entrar, Elisa también, pero a esta hora debería estar en la universidad y Elías nunca entraba a su habitación, a menos que fuera muy necesario.

—Buenos días, joven Ethan —saludó Mariana, sonriente—. Espero que haya tenido una buena noche.

—¿Dónde está Yarine?, ¿qué haces tú aquí? —exigió saber Ethan, preocupado. Antes ya había dejado claro que Yarine era la única encargada de todo lo que tuviese que ver con él, hasta de la limpieza de la habitación—. ¿No quedó claro que no puedes entrar aquí?

—Lo lamento, joven, estaba limpiando el cuarto de baño para que estuviera a sus órdenes cuando despertara —explicó la mujer impacientando a Ethan—. El jefe Elías me puso a cargo de usted, ocuparé el lugar de la señorita Yarine a partir de hoy —anunció haciendo que todo el buen humor de Ethan se desvaneciera muy rápido.

—¿Dónde está Yarine? —insistió, aguantando las ganas de gritarle a la señora.

—No lo sé... Ella y Sergei fueron destituidos, salieron de la mansión en la mañana —informó Mariana con cara de satisfacción, que Ethan no notó porque cubría sus ojos con su mano sana, frustrado y maldiciendo al mundo.

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora