La Noche de La Tormenta

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Viernes, 25 de septiembre de 2020

Cuatro meses y cinco días antes de la noche maldita.

Selim condujo su motocicleta rumbo al barrio residencial más rico de la ciudad más rica del país. Llevando a Ethan pegado a su espalda, por el poco tráfico vehicular podía moverse a alta velocidad, lo que obligó a Ethan a sujetarse más fuerte de su cintura.

El alfa casi podía sentir sus latidos, aunque estuvieran opacados por las vibraciones de la motocicleta. Sentía su temperatura cálida en la espalda, aun cuando el frío viento se hacía presente con más intensidad a medida que avanzaban.

Esas sensaciones le perturbaban más de lo que quisiera admitir. Estar tan cerca del misterioso chico que llamaba su atención sin motivo aparente, como un imán que no podía resistirse a la atracción del metal, así se sentía Selim cuando veía, hablaba o escuchaba al chico rubio. No le disgustaba verse atraído hacia Ethan, ni siquiera le molestaba su evidente rechazo. Lo que en realidad no podía soportar más era el no tener una explicación para ello.

«¿Cómo alguien puede sentirse tan íntimamente unido a una persona que apenas conoce?», se preguntaba, pues él no creía en el amor a primera vista. Ni siquiera creía en el amor antes de conocer a Ethan. En lo que sí confiaba era en la existencia de los soulmate, pues había visto a alguien cercano encontrarlo, hallar ese amor único y eterno, una conexión de almas tan fuerte que ni la muerte podría disgregar.

Pero él chico no era un omega a sus ojos, era un beta, y solo un omega podía ser el soulmate de un alfa. Había considerado la idea de que Ethan en realidad fuera omega, pero nadie podía ocultar tan bien su verdadera casta. Existían muy pocos tratamientos para ello y todos eran demasiado peligrosos para la salud física y mental, en especial para un omega; sin embargo, siempre lo veía saludable y animado. ¿Un omega podría verse tan bien si ocultaba su identidad, negando a su lobo? Selim lo creía imposible, pues él mismo estaba muy unido a su lobo alfa; un mundo sin su otra mitad, sin escucharlo, debilitándolo, le parecía muy doloroso y cruel.

«Nadie sería capaz de hacerlo», aseguró su alfa, casi temblando por la idea de tener que alejarse de su humano con pastillas e inyecciones.

Eso lo llevó a descartar la idea de que él fuera su soulmate, pero también casi lo llevó a la locura. La incertidumbre era la peor sensación que un ser humano podía experimentar y aún más para una persona que le gustaba tener una respuesta lógica para todo, como Selim.

—Gira a la izquierda en la siguiente cuadra —gritó Ethan para hacerse oír sobre el ruido del motor de la motocicleta.

Selim escuchó la instrucción, pero no la obedeció, estaba tan turbado por los sentimientos que Ethan provocaba en su interior, que dejó que su alfa lo controlara.

—¡Te pasaste! —se quejó el menor, apretando con un poco más de fuerza el agarre que hacía en la cintura de Selim.

El roce de los dedos de Ethan, aún sobre la ropa, incitó al joven alfa a tomar una decisión. Giró bruscamente a la derecha, ignorando los quejidos y reclamos del chico. Frenó con brusquedad frente a un pequeño parque con una pequeña choza de madera blanca, sin paredes, en el centro del lugar. Por la hora, nadie caminaba por los alrededores, estaban solos, al menos eso creían.

Los guardaespaldas de Ethan los habían seguido, con algo de dificultad porque ellos iban en un auto y Selim en una moto mucho más rápida. Pero, como estaban en contacto con Elías por teléfono, debido al fallido intento de advertencia para Selim, su jefe les había ordenado no perderles de vista ni un segundo. Su vida dependía de ello, por lo que los alcanzaron, aunque casi habían chocado tres veces.

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora