Fruto del Odio

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Lunes, 22 de febrero de 2021

El sueño es un escape de esta realidad, un descanso, un viaje a mundos desconocidos y fascinantes.

Para Ethan el sueño se había convertido en la única opción para estar en paz, para olvidar por unas horas el infierno en el que había caído. Dormido dejaba de sentir y era libre.

Los médicos recomendaron que durmiera lo más posible, aun así, esa situación comenzaba a serles preocupante, pues Ethan no comía, no hablaba, solo dormía o lloraba. Ni siquiera sus deseos de venganza le daban fuerzas para intentar levantarse de ese agujero profundo de pena y dolor.

Esto había sido así por tres semanas.

Brevemente perdió mucho peso, negado a comer, lo alimentaban por fluidos sin mucho éxito, su piel se volvió más pálida y las ojeras se hacían cada vez más notorias, dándole a su cara un aspecto enfermo y demacrado, además de triste, demasiado triste, no parecía tener ganas de vivir. La emoción inicial y el poder que había sentido al enterarse de que era un Orlov se había ido tan rápido como había llegado.

Elías y Elisa estaban desesperados por la situación, pero no podían hacer mucho más que estar a su lado, apoyarlo y cuidarlo, esperando pacientemente a que decidiera hablar y seguir adelante. Los dos tomaron turnos para no dejar solo a Ethan en ningún momento; Elisa el de la noche, pues en la mañana debía asistir a sus clases, además que en casa nadie la esperaba, su esposo ya había partido para su país antes de todo lo ocurrido y no estaba enterado de nada, porque Elías le había prohibido contar algo de todo esto a cualquiera.

—Doctor ¿cuándo podremos llevarlo a casa? —preguntó Elisa al médico anciano que revisaba a Ethan mientras este seguía dormido—. Este ambiente es deprimente, creo que se sentirá mejor si sale de aquí —alegó apretando con suavidad la mano de su pequeño hermano.

—Concuerdo con usted, pero el joven no se está recuperando como debería —informó el hombre, preocupado—. Sus feromonas no se estabilizan y se niega a comer, a este paso sufrirá de anemia, me preocupa que desarrolle un desorden alimenticio por todo el trauma. Desde hace unos días, todo lo que come lo vomita.

—¿Cuánto tiempo más debe quedarse?

—Señorita, quisiera responderle, mas, no tengo idea —aceptó su ignorancia con vergüenza, algo así no podría admitírselo a Elías por el terror que le tenía al jefe de los Orlov. Este médico era de los pocos empleados que sabían quiénes eran en realidad Elías y su sobrino, pues había sido traído desde la misma cede de la organización, allá en Rusia—. Haremos más exámenes. —Una enfermera ingresó a la habitación para tomar una muestra de sangre—. Señorita, debo ser franco... —comentó nervioso.

—Hable por favor —instó Elisa—. A mí me puede decir lo que sea.

—No es algo que les gustará escuchar y menos hacer, pero estoy seguro de que una de las causas de que el joven no mejore es que está lejos del alfa que lo marcó. Una pareja con un lazo, los primeros días después de la marca, necesitan estar juntos.

—Yo sé, doctor, pero esa no es una opción. Si yo hago algo así, si traigo a Selim Aslan, mi tío me mataría. Y no creo que Ethan quiera verlo, después de lo que le hizo.

—Esperaba esa respuesta, aunque tenía esperanzas de que usted pudiera persuadir al jefe.

—Elías Orlov nunca podría ser persuadido por nadie, menos por mí —aseguró Elisa con una sonrisa melancólica—. Al único al que le cumple toda petición es a Ethan.

—Y el joven se niega a comunicarse.

—No ha dicho ni una palabra desde ese día. Extraño el sonido de su voz.

El Lazo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora