Su estrella blanca

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Dos caballos salieron del reino del Bosque esa noche. Cabalgaron hasta llegar casi a un pueblo de hombres. Legolas la condujo a la cima de una colina, donde se podía apreciar las preciosas estrellas incrustadas en el firmamento de la Tierra Media. La noche era perfecta, parecía que era cómplice de las intenciones del príncipe.

Los dos se sentaron, muy cerca el uno del otro, observando el entorno que los rodeaba.

-Las preciosas estrellas-Dijo Tauriel levantando la mirada hacia el cielo estrellado.

-Tú naciste de una de ellas.

-Igual que tú, igual que todos los de nuestra raza.

-Sí, pero lo tuyo fue distinto. No he visto nada tan hermoso como tu nacimiento. Fue maravilloso.

Al instante, Tauriel se sonrojó. Los dos elfos estaban muy cerca el uno del otro, mirándose mutuamente a los ojos. Se hizo un silencio enorme. Por fin, sólo estaban ellos, sin Thranduil o la guardia vigilándoles. A Legolas ese momento le recordó al viaje hacia Gundabad, pero esta vez no iba a dejar escapar su oportunidad.

El joven elfo se acercó aún más a la capitana sintiendo esta su fresco aliento. Legolas la acarició el pelo suavemente con una mano mientras que la otra le palpaba dulcemente su bello rostro.

-Tauriel…yo… te amo.

La joven elfa podía sentir el aliento de Legolas a centímetros de su piel. Nunca le había tenido tan cerca, era tan seductor, tan varonil…. En ese momento, la elfa estaba en una nube dónde sólo existían ella y su príncipe.

Ella le tocó el rostro también:

-Legolas, yo….

Y él, la besó.

Fue un beso largo y apasionado, tanto como dulce y esperado. Tauriel se sentía un poco nerviosa, con las mejillas rojas como un tomate. Pero pronto se calmó, y disfrutó del momento, irrepetible e inolvidable. Abrazó a su príncipe por la cintura mientras éste jugueteaba con su cabello sedoso, liso y delicado. Tauriel dejó escapar un gemido de felicidad en medio de la larga noche, a la luz de la luna. Por fin, el tan anhelado beso, por fin Legolas la podía tocar y tratar como él deseaba desde hacía mucho tiempo.

Cuando el beso terminó, Legolas posó su mano zurda en la cintura de la capitana mientras la diestra le seguía palpando su joven rostro, a la vez que decía:

-Tauriel…tú eres para mí el árbol más verde del Bosque Negro, la joya más valiosa de Erebor….eres más importante que mi propia vida. No permitiré que nadie más nos vuelva a separar. Desafiaría al mismísimo Balrog de Morgoth por ti.

La capitana empezó a llorar de alegría, de alivio, de gusto, de protección. Era difícil hacer llorar a un elfo. Legolas continuó a la vez que sonreía:

-Tauriel cuando te miro a los ojos, veo en ti, belleza, valor,  inteligencia, dulzura, rebeldía, perfección. No puedo controlar los sentimientos que siento por ti. No hay palabras en ninguna de las lenguas de la Tierra Media para mostrarte lo importante que eres para mí. Eres la luz que alumbra mi camino, tú eres mi estrella blanca.

-Legolas, tú eres un sueño para mí, pero desde hace ya largo tiempo. Quise encontrar en Kili lo que no pude encontrar en ti antes. Eres tan inalcanzable para mí…-Tauriel bajó la mirada a la vez que suspiraba.

-No, no soy inalcanzable. Mírame, tócame, aquí me tienes. No es ningún sueño. Soy igual que tú, sangro y amo como cualquier otro-Legolas levantó despacio la barbilla de la elfa a la vez que la miraba a los ojos.

-No debes amar a una plebeya. Tu sitio está con elfas de la alta nobleza, como Arwen….Debes hacerlo por tu pueblo….

-Hablas como mi padre.

-Me dijo hace mucho y todavía me lo sigue diciendo; que no te infunda esperanza cuando no hay nada entre nosotros.

-Te repito lo que te dije en la Ciudad de Lago; Él no manda en mi corazón-Tras decir esto, Legolas la volvió a besar de nuevo, esta vez más corto pero igual de intenso.

-Legolas….no puedo ignorar a tu padre….

-¿Podremos estar juntos?

-Siempre estaremos juntos, pero no seré yo la causa de tu desgracia.

Un síntoma de irritación y rabia recorrió la espalda de Legolas. Se apartó de Tauriel y se subió a su caballo.

-No lo serás.

-¿A dónde vas?- Preguntó la elfa sorprendida.

-A hablar con mi padre. Me niego a perderte.

El príncipe galopo hacia el Reino del Bosque con rapidez e impaciencia. Por fin llegó, y se dirigió a los aposentos de su padre. Ya que la fiesta acabó y todo el mundo abandonó la casa del rey.

Entró sin llamar a la puerta todavía un poco enfadado.

-Padre, tenemos que hablar.

-Espero que hayas pensado en lo que hablamos.

-Sí que lo he hecho, y me reafirmo. Ya sabía desde hace tiempo que nunca quisiste que estuviéramos juntos. Pusiste todo tu empeño en separarnos y limitarnos a las labores de la guardia, e incluso te alegraste de que se enamorara del enano. Pero eso no ocurrirá, me ama y yo también la amo. Espero que recapacites, y te pido que no interfieras en mis sentimientos. No me casaré con ninguna elfa, por muy doncella que sea. Yo la quiero a ella. Ah, y estaba haciendo todo lo posible por obedecerte pero yo me he negado y me seguiré negando. Tú no mandas en mi corazón. El destino ha querido que estemos unidos.

Al escuchar esto, Thranduil se quedó de piedra. El rey, orgulloso desde siempre, respondió:

-Si te prometes con ella, sólo serás un simple noble casado con una plebeya. No forjaremos ninguna fuerte alianza con Rivendel, ni con Lothlórien…nadie.

-No necesitamos ningún compromiso para forjar una alianza. Padre, yo quiero a Tauriel. No hace falta que me hagas rey, estamos bien así. Todo será igual, y tú seguirás siendo rey. Faltan muchos siglos para que te suceda en el legado.  

-¿Pero es que no lo entiendes? ¡Ella es una plebeya! ¡Una simple elfa Silvana! ¡Cómo me desobedezcas, nunca serás rey, nunca!

-Ahora entiendo perfectamente porque no conociste a nadie después de que muriera mamá….Eres incapaz de amar a nadie salvo tú mismo. Eres mezquino, ruin, egoísta, orgulloso, celoso. ¿Dónde está el padre que me llevaba de excursión por el este, por la Montaña Solitaria, por Gondor?. ¿El que siempre pensaba en todos los elfos, fueran nobles o plebeyos? ¿Dónde estás padre? Has cambiado y no para bien. Madre nunca quiso que el poder, las joyas o la casta te volvieran como Thròr. Te hundes en la oscuridad.

Al decir esto, Legolas abandonó a su padre, perdido en sus pensamientos, dolido y pensativo. Hacía mucho tiempo que nadie le hablaba tan claro. Pensó: "¿Y si tiene razón?", "¿Y si voy a acabar como el codicioso Thròr, muerto por la avaricia y el egoísmo?".

-Mi hijo tiene razón.

Legolas y Tauriel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora