La Cuarta Edad

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Pasaron los años en los que la Tierra Media seguía en paz y armonía mientras la decadencia de los elfos y la ascensión del mundo de los Hombres inundaban los temas de conversación de cada persona.

Con la marcha de Frodo, Gandalf, Elrond, Celeborn, Galadriel y yo mismo se puso fin a la Tercera Edad del Sol. Empezó otra nueva era llamada la Cuarta Edad del Sol caracterizada por el dominio de los Hombres y la desaparición del mal. Cada vez quedaban menos elfos en la Tierra Media y era evidente pensar que nunca volverían a ella. Un mundo sin elfos....que triste a la vez que raro.

En Ithilien todavía se erguía un principado elfo que se resistía a abandonar esta Tierra aunque con el paso del tiempo, sus fuerzas se marchitaban.

Desde el nacimiento de Athael nada más empezar la Cuarta Edad pasaron cuarenta años en los que el jovencísimo elfo tenía, en edad de un humano, diecisiete años más o menos. Todavía no había alcanzado la madurez, aunque le faltaba poco.

Fue cuidado y protegido gracias a sus dos magníficos padres. Le enseñaron el arte de la guerra, la historia de la Tierra Media, el respeto hacia los mayores, las costumbres de los enanos, hobbits....E incluso las hazañas que tuvieron que pasar sus padres durante toda su vida: La Batalla de los Cinco Ejércitos, la Compañía del Anillo....También de sus antepasados como Oropher y Thranduil, este último todavía vivo en Valinor.

En lo que a físico que se refiere, era un elfo atractivo y respetuoso pero a la vez aventurero y rebelde. Heredó de su padre, las orejas puntiagudas pequeñas y la misma estatura alta y erguida. De su madre heredó sus hermosos ojos verdes, su pelo rojo fuego, su interés por la cultura de todas las razas existentes y su carácter aventurero e indomable.

Durante muchos años recibieron la visita tanto de sus amigos íntimos como de los Reyes de Gondor. A su vez, iniciaron muchos viajes para recordar y conocer Rivendel, Edoras, Erebor, Minas Tirith y hasta el Bosque Verde.

Se dice que cuando los elfos tienen un hijo en común, su relación sentimental y el amor que se procesaban antes, se vuelve más frío. Pero no en este caso, Legolas y Tauriel seguían amándose desde el primer beso, desde la primera mirada. No había un día en el que no se dijeran un te quiero, o un beso. Era tan fabuloso y espectacular que me atrevería decir que no ha habido nunca un amor tan verdadero en la Tierra Media. Ni siquiera el de Beren y Lúthien o el de Aragorn y Arwen.


Una mañana como otra cualquiera, Legolas se despertó bastante exhausto causado por el gran alboroto que se estaba produciendo en el salón. Tauriel seguía dormida, en un sueño muy profundo parecía ser.

El elfo llegó al salón y se encontró el sofá y los sillones apartados todos en una esquina mientras en el centro, Athael practicaba con su propio arco. El mismo que Galadriel le regaló y que usó durante toda la Guerra del Anillo.

-¡Athael! ¿Qué te he dicho de practicar dentro de casa, y encima a estas horas?

-Perdona padre, es que hoy me he levantado pronto y tenía ganas de practicar un poco, y como fuera hace tanto frio....

-Me has despertado y menos mal que tu madre es una dormilona que sino también. Además, ¿no te he dicho que no uses mi arco?-Preguntó Legolas quitándole el arco de las manos a su hijo.

-Es que es tan duro y rígido que no he podido evitarlo.

- Pero yo te di uno, ¿dónde está?

-Guardado.

-Te lo di para que lo usaras.

-Es que es muy pequeño y a veces la cuerda se me suelta de lo flojo que es.

-Bueno.....ya te daré otro mejor.

-¿Mientras, me puedes dejar el tuyo?

-De acuerdo.....pero antes limpia todo este ajetreo que has formado y déjalo como estaba. Practica en el jardín-Respondió Legolas dándole de nuevo el arco a su hijo.

-Gracias padre.

Tras esto, Legolas dejó a Athael en el salón, recogiéndolo todo y se fue a la cocina.

Comió un poco de pan élfico con un vaso de leche fría recién salida de los pastos de Ithilien. También aprovecho a prepararla a Tauriel el desayuno con unas galletas y un poco de leche.

Entró en la habitación y despertó a la elfa mientras la daba besos cortos en su rostro.

-Buenos días mi estrella. ¿Qué tal has dormido?-Tras decir esto, Tauriel se incorporó y dedicó a Legolas unas de sus hermosas sonrisas a la vez que decía:

-Muy bien. Oh gracias. Otra gran mañana junto a vosotros. Por cierto, ¿Dónde está Athael?

-Esta fuera, en el jardín. Practicando con mí arco. Me lo he encontrado antes en el salón. La que ha liado....

-Bueno, ya sabes lo que le gusta tu arco....Oye, ¿no crees que es hora de que conozca a su abuelo?

-A mi me encantaría. Pero esta en Valinor y la verdad, yo no quiero abandonar, de momento, la Tierra Media.... ¿Tu si?

-Por supuesto que no, ahora que estoy tan bien contigo y Athael. Pero ya sabes que habrá que hacerlo alguna vez, cada vez somos menos.....

-Tienes razón. Oye, ¿Sabías que a tu hijo le gusta una elfa de aquí, de Ithilien?

-Ya lo sabía. Me lo contó. Tiene cincuenta años tan sólo.

-Jo, cómo pasa el tiempo. Pero ya sabes que es un rollo que se ha pillado.....

-Claro que si. Se le pasará....

-Estoy muy orgulloso de él, Tauriel.

-Y yo Legolas...y yo-Respondió Tauriel abrazando al elfo. mientras observaban por la ventana a Athael.


Tras ochenta años llenos de paz y armonía entre la familia, una tarde del mes de marzo del año ciento veinte de la Cuarta Edad, alguien llamó a la puerta de su casa. Legolas abrió:

-Hola....

-¡Arwen! Que grata sorpresa, ¿Qué te trae por aquí?

-Bienvenida, cuánto tiempo sin verte...... ¿Qué tal Aragorn?-Preguntó Tauriel abrazando a la Estrella de la Tarde.

-Aragorn.....-Respondió Arwen agachando la cabeza y dejando escapar un par de lágrimas.

-¿Pasa algo?-Preguntó de nuevo Tauriel.

-Aragorn ha muerto.

Legolas y Tauriel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora