Una noche perfecta

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Legolas se fue triste y dejando caer unas lagrimas de sus ojos azules. Añoraba al padre que le había criado, y por supuesto, a su difunta madre.

Se encerró en su habitación, sentado en una silla donde solía hacer unos cuantos estudios sobre los mapas que le dio Thranduil para que conociera los diferentes reinos de la Tierra Media.

Al cabo de unos minutos, el príncipe se calmó y se tumbó en su colchón. Se puso a recordar en ese momento con Tauriel, ese beso correspondido. Tan dulce y espléndido. Legolas cerró los ojos y mostró una mueca de felicidad en sus labios.

De repente alguien entró en su habitación. Era la capitana.

-Legolas no he podido evitar escuchar vuestra conversación. No puedo dejar que eches a perder tu relación con tu padre, tu hogar, tu legado. Lo siento, pero….me voy del Bosque Negro, para siempre…

Los ojos de Legolas se encendieron. Se levantó de la cama y se dirigió a Tauriel. La cogió de las manos a la vez que la miraba a sus ojos húmedos y llorosos.

-¿Estas de broma, no?

-Tendría un hogar en las Montañas Azules. La madre de Kili, Dís, me ayudaría.

-Tauriel, tú no te vas de aquí. No sin mí. Aquí el único que tiene la culpa de todo es él mismo. Siempre ha intentado separarnos, nunca ha querido que estuviéramos juntos. Tauriel….mi vida sin ti no tiene sentido….-Tras decir esto Legolas cogió la cara de Tauriel con las manos a la vez que la besaba. La elfa le abrazó por los costados.

-Legolas, tu padre nos desterrará, no sólo a mí, sino a ti también…

-Tauriel, ya esta hablado. No nos pasará nada, no lo permitiré. Ahora deja de hablar de mi padre, relájate- Legolas la quitó la diadema que llevaba puesta dejándola en la encimera que había al lado de la cama. El príncipe sonrió y Tauriel permaneció callada mientras él, la seguía mimando y acariciando.

-Legolas, no creo que sea lo correcto, hay cosas que hacer…-Replicó Tauriel a la vez que posaba sus manos en el pecho fornido del joven príncipe.

-Tauriel, las arañas seguirán ahí mañana, mi padre seguirá siendo igual de egoísta, los guardias están durmiendo por el vino de la fiesta. Tranquilízate, déjate llevar, yo te cuidaré-Dijo el elfo mientras palpaba el cuello de Tauriel con los labios.

Los dos elfos se tumbaron en la cama. Siguieron besándose, con las persianas de la ventana subidas dejando pasar la luz de la luna. La noche daba cobijo a los amantes mientras éstos se quitaban la ropa mutuamente, con delicadeza, con amor y sin prisas.

-Te amo, mi estrella blanca-Masculló Legolas entre besos y caricias. Tauriel cogió una mano del príncipe pasándosela por todo su cuerpo bello y desnudo. Legolas estaba en un sueño.

Fue una noche mágica y especial, que llevaban mucho tiempo deseando. Tauriel se dejó guiar por su príncipe mientras este la cuidaba como Smaug al oro de Erebor. Durante un buen tiempo, en la habitación sólo se podía sentir el amor en el ambiente, y excepto algún que otro gemido de la pareja. Para ellos era maravilloso. Tanto placer, tanta intimidad. Poder desnudarse completamente ante alguien era único. Dos de los seres más bellos y perfectos de la Tierra Media disfrutando de sus cuerpos, disfrutando de cada segundo, de cada beso, de cada caricia, de cada movimiento. Sus músculos jóvenes se movían a la par, como si no hubiera un mañana. El acto sexual era para los elfos algo diferente, simbólico, especial, que sólo se debía hacer si los dos sentían un amor real y profundo por el otro.

Cuando terminaron, los dos elfos se abrazaron, sonriendo y dándose besos cortos mientras se miraban a los ojos a centímetros el uno del otro. Se durmieron, en un largo y profundo sueño, juntos y aliviados.

A la mañana siguiente, Legolas abrió los ojos lentamente, suspiró y se giró sobre la cama. Se encontró con el hermoso rostro de Tauriel, que dormía profundamente. Legolas suspiraba mientras pensaba:"Tauriel, estás conmigo, aquí, después de tanto tiempo deseándote, por fin eres mía, sólo mía". El príncipe sonrió mientras jugueteaba con uno de los mechones rojos de ella.

Tauriel abrió los ojos con tranquilidad. El príncipe se inclinó para besarla en sus labios mientras declaraba en cada beso:

-Mi estrella, mi luz, mi joya, mi vida. ¿Qué tal has dormido?

- Muy bien.

-¿Nada más?-El elfo la dedicó una pícara sonrisa.

-Venga, no seas tonto-Respondió Tauriel mientras reía a carcajadas.

-¿Qué tal tú?-Añadió la capitana.

-Muy bien también. Soy muy afortunado de tenerte conmigo.

-Te has portado como un caballero, no me puedo quejar. Siempre esperé a hacer esto con el hombre adecuado…..y no me he equivocado.

Legolas la seguía mirando con detenimiento y admiración, como engatusado por la belleza de la capitana.

-¿Nunca te he dicho que eres preciosa?

-Muchas veces, y me gusta que lo hagas.-Dijo Tauriel mientras los dos se abrazaban arropados por las mantas blancas del fino colchón.

De repente un guardia entró sin llamar diciendo:

-Mi señor Legolas….-El guardia vio al príncipe con la capitana besándose juntos en la cama del hijo de Thranduil-Perdonadme, no quería interrumpirles.

-Podrías haber llamado antes. ¿Qué es lo que ocurre?-Preguntó Legolas mientras se incorporaba para levantarse.

-Vuestro padre solicita urgentemente vuestra presencia en su salón.

-De acuerdo, voy para allá.

El guardia abandonó la habitación asombrado y sorprendido.

-Ya lo sabrá todo el mundo….

-Tauriel, es una tontería. Al fin y al cabo, se iban a dar cuenta tarde o temprano.

-¿Qué crees que querrá tu padre?

-Es evidente que algo muy importante.

Legolas se dirigió hacia el gran salón del rey Thranduil. Permaneció callado y escuchando a su padre mientras éste sostenía las dos dagas de su hijo.

-Legolas….¿te acuerdas de quien te fabricó estas dagas?

-Si.

-Te las hizo tu abuelo Oropher….que en paz descanse….Me dijo que….

-Sí, padre. Pereció en la Guerra de la Última Alianza y siempre quiso que su legado perdurara….eso me lo has contado muchas veces, pero tu y yo sabemos que no me has llamado para eso, ¿verdad?

-Sí, es sobre Tauriel…

-¿Y bien?

Legolas y Tauriel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora